ALGO MÁS QUE PALABRAS
TRABAJAR DURO PARA UN
CAMBIO DE VIDA
“La ausencia de coraje transforma nuestra existencia en
una necrópolis”
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Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Vivimos una época de trabajar duro, de no quedarnos rezagados en la
irresponsabilidad, pues para hacer frente a la propagación de la enfermedad del
COVID-19, lo primero que se nos requiere es ponernos en acción entroncada, si
en verdad queremos mitigar sus efectos adversos en la economía y en el mercado
mundial de todo el mundo. No debemos continuar en la pereza y, aun peor, vivir
en la resignación como un derrotado. Siempre hay que arriesgar, ponerse en
movimiento, renacer en suma. La ausencia de coraje transforma nuestra existencia
en una necrópolis. El mañana puede ser ya tarde. Sea como fuere, hay que
sentirse familia y, como tal, hay que armonizarse en ese amor auténtico. Jamás
nos dispersemos, así no evolucionamos en algo tan esencial como el espacio de afecto,
de ayuda, de esperanza y de apoyo. La desbandada no es saludable para nadie,
comenzando porque la tierra se construye con los pasos unidos, a tenor de la
relación de los pulsos y las pausas vertidas, ya que sus moradores requieren
del aliento en concurrencia.
Efectivamente, son muchas las cadenas que tenemos que romper, si en verdad
queremos liberarnos, para poder pasar página de tantas crueldades vertidas
entre análogos. Prioricemos los derechos humanos y así podremos influir en los
cambios de comportamiento. No es nada fácil. Lo sé. Y más cuando nos hemos dejado vencer por la
cultura de la división. Para empezar, estar juntos y para siempre es nuestra
gran asignatura pendiente. Hemos perdido la capacidad de amarnos y de dejarnos
sorprender por el amor. Sin duda, tenemos que despertar e interrogarnos más que
nunca. Claro, que esto supone mucho sacrificio, mucha entrega y mucha
generosidad. En cualquier caso, no podemos continuar pasivos en un tiempo de
tanto dolor, de tantas miserias causadas en parte por la insensibilidad de los
dominadores, y también por nuestra falta de esfuerzo. Desde luego, se requiere
cuanto antes un cambio de corazón, una mirada diferente motivada por un laboreo
constante en favor de los más vulnerables. Será benéfico, por consiguiente,
crecer en humanidad. Cierto, esto no viene del aire, se requiere otro modo de
vivir y hasta otra manera de quererse, cuando menos más verdadera y menos
interesada.
Sea como fuere, no hay que angustiarse, pero si hemos de modificar la ruta
con tesón y paciencia. No podemos sentirnos bien, si abandonamos nuestro
quehacer diario, hemos de estar en continuo servicio, por mínimo que nos
parezca, pues lo significativo es injertar en nuestra vida personal y social la
dirección correcta. Indudablemente, tendremos que llevar a buen término grandes
hazañas con nuestro propio sacrificio, máxime en una época de tantas
injusticias y violaciones al estilo de vivir armónico. Por otra parte, mientras
se nos demanda una solidaridad por tiempos, la hipocresía es el lenguaje que
utilizamos hasta para sonreír. Olvidamos, o quieren que lo olvidemos, que el
amor de cada día sea lo único que vence toda dificultad. En consecuencia,
debiéramos aprender a reprendernos. No podemos continuar instalados en la nube
de la maldad y la violencia, del abuso y de la corrupción, es menester que
despejemos entre todos el horizonte y lo hagamos más verídico con la savia de
cada cual. Debiéramos entender, que el planeta no es un mercado organizado por
los pudientes, se requiere cultivar otros vínculos de mayor consideración y
respeto, donde todos tengamos voz y también faena por la que responder. A poco que miremos los
periódicos, exploremos por la red o salgamos de nuestro confort interno, nos acabaremos
interrogando sobre el diluvio de tantas situaciones terribles que nos envenenan.
El ciberespacio, en demasiadas ocasiones, nos deja sin palabras. Estamos más
débiles que nunca. No podemos seguir dormitando sin valores. Esta degradación
moral nos ha deshumanizado y hemos acrecentado la selva, con historias
verdaderamente terribles.
Por eso, es vital salir de este cinismo, despojarse de estas miserias mundanas, de riquezas
inútiles y ponernos en ese trabajo duro, de entrega permanente y generosidad
incesante. Al fin y al cabo, todos necesitamos del abrazo de alguien, de la
fuerza honesta y auténtica que nos propicie el gran cambio; ya sea el de la
sonrisa o el de las lágrimas, adyacente a algún acompañante. Entendámonos
interiormente. No podemos ser felices, hasta que nuestro cuerpo no se armonice con el espíritu, y se ponga manos a
la obra a transformar el entorno por el que vive como instrumento de justicia y
paz. Hay que trabajar, por tanto, más allá del sudor y de las lágrimas; puesto
que la defensa de todo caminante debe ser nuestra prioridad; y, por ende, la
protección de sus medios de subsistencia. Eso sí, desterremos las armas de
nosotros. ¡Desaparezcan todas! Pongámonos a reorientar nuestras diferencias
pacíficamente, respetando las leyes. Desistamos de utilizar la fuerza de manera
ilegal, excesiva o arbitraria, tomemos otras herramientas, como puede ser la
buena disposición para concebirse y la mano tendida siempre, aunque piense
diferente a nosotros. Ojalá aprendamos, más pronto que tarde, a ascender como
linaje. Nuestros descendientes tendrán esta herencia, la de haber tenido unos
progenitores que se hicieron más humanos amándose, haciéndose los unos a los
otros, excelentes ciudadanos y mejor persona cívica.
Víctor CORCOBA HERRERO /
Escritor
15 de noviembre de 2020