Abrevando
José Antonio Lavín Reyna
El flautista de Hamelín
La envidia, le decía Don Quijote a Sancho Panza, es raíz de infinitos males: “Todos los vicios, traen un no sé qué de deleite consigo, pero la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias”.
Les transcribo una columna de Jaime Navarro, refleja la calidad humana
de ciertos miembros de la membresía política, lo relaciona con uno de los
cuentos de los hermanos Jacob Grimm y Wilhelm Grimm, filólogos y folcloristas
alemanes autores de una celebérrima recopilación de cuentos populares titulada
Cuentos infantiles y del hogar, como si los relatos fuesen de su invención. En
realidad, buena parte de su éxito procede precisamente de su criterio de
respetar al máximo la frescura y espontaneidad de los cuentos tradicionales, en
lugar de someterlos a artificiosas reelaboraciones literarias.
Y dice, “El flautista de Hamelín es una fábula o leyenda alemana,
documentada por ellos, que cuenta la historia de una misteriosa desgracia
acaecida en la ciudad de Hamelín, Alemania, el 26 de junio de 1284, el cual
estaba rodeado de montañas y prados, bañado por un lindo riachuelo, un pueblo realmente
hermoso y tranquilo, en el cual sus habitantes vivían felices”.
“Pero un día sucedió algo muy extraño en el pueblo de Hamelín, todas las
calles fueron invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes,
arrasando con todo el grano que había en los graneros y con toda la comida de
sus habitantes. Nadie acertaba a comprender el motivo de la invasión y, por más
que intentaban ahuyentar a los ratones, parecía que lo único que conseguían era
que acudiesen más y más ratones. Ante la gravedad de la situación, los
gobernantes de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de
los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: “Daremos cien monedas de oro a
quien nos libre de los ratones”.
“Pronto se presentó un joven flautista a quien nadie había visto antes y
les dijo: La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en
Hamelín. El joven cogió su flauta y empezó a pasear por las calles de Hamelín
haciendo sonar una hermosa melodía que parecía encantar a los ratones. Poco a
poco, todos los ratones empezaron a salir de sus escondrijos y a seguirle,
mientras el flautista continuaba tocando, incansable, su flauta. Caminando,
caminando, el flautista se alejó de la ciudad hasta llegar a un río, donde
todos los ratones subieron a una balsa que se perdió en la distancia”.
“Los hamelineses, al ver las calles de Hamelín libres de ratones,
respiraron aliviados. Estaban tan contentos que organizaron una fiesta
olvidando que había sido el joven flautista quien les había conseguido alejar
los ratones. A la mañana siguiente, el joven volvió a Hamelín para recibir la
recompensa que habían prometido para quien les librara de los ratones. Pero los
gobernantes se negaron a pagar”.
“Por supuesto el cuento no termina aquí, tiene un final triste que tiene
que ver con la codicia, la avaricia y la falta de cumplimiento de las promesas
hechas. Recientemente los presidentes de los partidos políticos han mostrado
una avaricia y codicia por el poder que han olvidado sus principios e
ideologías y con tal de no perder sus canonjías, están realizando alianzas con
ideologías totalmente opuestas, algunos de sus integrantes están brincando de
un partido político a otro”.
“Uno de ellos ofrece indultos, perdones, redención e indulgencias a los
ladrones del erario, otro se unge como la voz del pueblo y por ello tiene
derechos divinos, el fin justifica los medios, de tal forma que reciben
aportaciones para que se integren al partido en donde se les necesita, el flautista
de Hamelín sigue tocando y los ratones lo siguen, sin importar que en el
trayecto destruyan todo a su paso. Los partidos políticos ahora son agencias de
colocación de empleos bien pagados, la ideología partidista ha muerto. Mis
respetos a aquellos militantes de partidos políticos fieles a su ideología, de
los cuales por cierto, ya hay muy pocos”.
Estimado lector, Usted conoce algún miembro de partido político que ande
como chapulín, si esos que una elección son perredistas, la otra priistas, la
otra moviencistas, finalmente morenistas, vaya congruencia,
Algo Más…
¿Existe la meritocracia? A según, dijeran los abuelos, con
esa pregunta se define a un buen político. Cuándo uno va al médico, uno se fija
mucho en las cualidades, en los certificados, en su experiencia y lo mismo
sucede con un capitán piloto de avión, uno quiere saber cuántas horas de vuelo
tiene. En ambos casos lo haces porque estás poniendo tu vida en sus manos.
Cuando escogemos a un candidato en una votación, debemos usar la meritocracia,
escoger a los mejores, no a los menos peores o a los peores como sucede en la
actualidad, sino un gobierno realmente de los mejores. En este país la clase
política ignora a los buenos y a los malos los glorifica, aísla a los
preparados y a los que no tienen preparación los hacen diputados o funcionarios
públicos, la amistad y la lealtad está por encima de la capacidad.
DCV.- No debemos olvidar que funcionarios
públicos o de elección popular, sin estudios o sin capacidad para el puesto que
ocupan es otra forma de corrupción.
En el cabildo de Iguala, esto es una realidad. La corrupción de los
miembros del cuerpo edilicio, la gran mayoría debido a su poca preparación y
los otros, pese a su preparación, por su manifiesta
incapacidad.
Sabías que: En la versión original de “Caperucita roja”, el lobo y la
chica comen juntos carne de la abuela.
Hasta la vista.