ALGO MÁS QUE PALABRAS
“Lo importante es la convicción de rectificar, de hacer equipo, de trabajar unidos para superar las divisiones”
Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Cada día es más
complicado asegurar la vida, ya no digamos un futuro común, en un planeta que
no acierta a despojarse de sus miserias irresponsables y a despejar horizontes
claros. De ahí, lo importante que es alzar la voz en contra de este diluviar
mundano, verdaderamente catastrofista por su alcance global, que nos
deshumaniza y pervierte como jamás. Los actuales sistemas educativos, de salud
o productivos, hace tiempo que son ineficaces. Lo sabemos. Además, todos de
algún modo, nos hemos visto involucrados en estas injustas realidades. Sin
embargo, nos faltan actuaciones concretas, compromisos leales y sensatez en la
continuidad del trabajo por alcanzar otras atmósferas más armónicas, que nos
cercioren, cuando menos de tranquilidad, en un mundo excesivamente oprimido por
todo tipo de armas. Los Estados, desde luego, no se pueden desentender de estos
escenarios de desastre, ni tampoco desatender a su ciudadanía. Tiene que haber
una previsión gubernativa, en todo caso y siempre, sobre lo que puede hacer una
sociedad ante una situación de desastre.
Indudablemente, los
naufragios no son para hacer dividendos, han de servir para repensar sobre el
acontecer de tantas esclavitudes y explotaciones; pues, para asegurar la vida,
lo prioritario es velar por la seguridad de las personas, y también, por la
sostenibilidad de las empresas y los puestos de trabajo. En consecuencia, hay
una gran responsabilidad social, también de los gobiernos, de asumir cada cual
sus funciones, para poder recuperar y llevar a su plenitud, aquellos derechos
pisoteados y deberes olvidados. No se puede asegurar nada, si empieza por
fallar esa natural comunión de amor, el desprendimiento en la familia; o esa
conciliación con la naturaleza de la que formamos parte, también la omitimos,
convirtiéndonos en meras máquinas sin corazón alguno. Ahora bien, jamás hay que
perder el anhelo de cambio, lo importante es la convicción de rectificar, de
hacer equipo, de trabajar unidos para superar las divisiones.
Por eso, es significativo
sembrar abecedarios de esperanza, en la confianza de que las dificultades
puedan convertirse en fuertes promotoras de savia y de supervivencia en
abundancia, transformando los dolores en alegrías y las duras noches en días.
Cuidar de la fragilidad de las gentes y
de los pueblos significa proteger la vida y dar luz, simboliza hacerse cargo
del presente en su situación más desdichada, y ser hábil para dotarlo de
decencia, lo que requiere que pueda obrar según su libre elección vivencial.
Por desgracia, el decoro de toda vida no se ha mundializado. Santa Teresa de
Jesús, aposto por “vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”;
quizás, porque justo en ese instante de morir, uno realmente comienza a estar,
a hallarse tiernamente y a coexistir eternamente.
En ese asegurar la existencia,
nos va todo, la dignidad es una palabra clave que tenemos que poner más en
práctica los humanos, porque significa avanzar en el reconocimiento de derechos
inalienables, de los que ningún ser humano puede ser privado; y, menos aún, en
beneficio de negocios de compraventa. Sin duda, es fundamental activar una
cultura de obligaciones y de derechos, que nos aleje de esa fuente de
abandonos, de pérdida de vínculos, en beneficio de multitud de conflictos y
violencias. Precisamente, una de las enfermedades que veo hoy más extendidas
por el mundo, tal vez sea esa soledad impuesta, envejecida por el dolor y la
ansiedad de morir en vida, ausente de este mundo insensible, que no sabe ni
reencontrarse consigo mismo. A este respecto, no podemos olvidar aquí las
numerosas injusticias que sufren cotidianamente esas gentes a las que se les
impide su realización mediante un trabajo decente. La vida es demasiado bella
para que nos la echemos abajo unos a otros. Quizás para vivir en la decencia sea muy necesario haber aprendido
a reconciliarse.
Aproximarse a esa diversidad
de culturas y avenirse a un entendimiento, construido sobre los principios de
solidaridad, de modo que prevalezca la ayuda mutua y el respeto recíproco, nos
hará que desaparezcan de la faz de la tierra todos los egoísmos reinantes, que
deben resolverse en diálogo sincero, reconduciéndonos a un orbe desprendido del
miedo al terror. Sin ese espíritu solidario, consagrado en vivir y en dejar
vivir, difícilmente vamos a poder llevar a cabo la misión de dar aliento,
convirtiéndonos en un diabólico ahogo, por mucha tecnología digital que
pongamos en práctica. Hace falta sentir los latidos que llevamos dentro, compartirlos
y brindarlos con esa mirada del alma que solo es posible verla a corta
distancia, pues aunque de manera muy desigual, nuestro orbe está interconectado
y los dispositivos informáticos, pueden ser tan beneficiosos para el desarrollo
como perniciosos para los derechos humanos. En todo caso, siempre nos quedará ese
calor de un hogar familiar, capaz de acompañarnos y sostenernos, en este
peregrinaje de sueños. Confiemos que con final feliz.
Víctor
CORCOBA HERRERO / Escritor
26 de agosto
de 2020