COLUMNA: ABREVANDO

 Abrevando


José Antonio Lavín Reyna

 

“Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”: Nelson Mandela

 

La justicia sorda, ciega, muda y ausente.

 

Francisco Ortiz Bello escribió: “Desde sus más remotos orígenes, el ser humano ha buscado permanentemente allegarse métodos y sistemas que garanticen su integridad, su seguridad, sus propiedades, sus pertenencias, así como las de quienes integran sus círculos más cercanos de familiares y amigos. De este modo es como surgen las primeras comunidades organizadas, las sociedades, para luego dar paso a los primeros pactos sociales, antecedentes históricos de las leyes”. 

“Se organizaban para cazar, para cuidar la aldea o comunidad, para educar o formar a los pequeños, pero también para delimitar los derechos de cada uno en función del grupo y, así, garantizar una convivencia armónica o ordenada, y que nadie del grupo se tomara paras sí propiedades o productos de la caza que no le correspondían, también para evitar las agresiones entre los miembros de la comunidad. Así de antiguos y remotos son los antecedentes de las leyes”. 

“La sumeria, considerada como la primera y más antigua civilización del mundo (unos cinco mil años), aceptado así por la arqueología moderna y oficial, son quienes aportaron a la humanidad, entre otros importantes avances que significaron una gran transformación en todos los aspectos de la vida, la rueda, la escritura cuneiforme, la conformación de las primeras ciudades y las primeras leyes escritas”. 

“Pero no sólo se trató de la creación de normas o reglas para dirimir la convivencia social, sino de arcaicos sistemas de aplicación de esas normas, así como de esquemas sancionatorios para quienes no las cumplían, de ese modo nacen los primeros aparatos de justicia, operados o ejecutados por personas pertenecientes a dichas comunidades, pero con determinadas características que les permitían ejercer dichos cargos”. 

“De entonces a la fecha han pasado miles de años y han cambiado muchas cosas, lo único que no cambia es la necesidad imperiosa e impostergable del ser humano de acceder a la justicia, como una forma de poner a salvo lo que más aprecia, su integridad física y sus pertenencias”.  

En ese orden de ideas, “es la filosofía la que descubre lo que se denominó “el contrato social”, y que no es otra cosa que un acuerdo que los ciudadanos firman implícitamente con el Estado una vez que deciden vivir en una sociedad regulada por este último. El contrato social es un término acuñado por primera vez por el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) en su obra “El contrato social: o los principios del derecho político”, publicado en 1762”. 

De este modo, “un grupo de personas organizadas en una sociedad o comunidad, acuerdan o aceptan una serie de normas o reglas para armonizar sus relaciones entre sí, acordando también la designación de algunos miembros de ese grupo como los encargados de aplicar dichas normas, de observar su cabal cumplimiento por parte de todos los integrantes del grupo. En la medida que dichas regulaciones son aplicadas en su totalidad, la comunidad se mantiene en armonía y todos se sienten a gusto”. 

“De lo que ocurría en las primeras civilizaciones del mundo a lo que ocurre hoy en día en nuestro país, no sólo hay cinco mil años de distancia sino toda una enorme desviación de los principales objetivos del contrato social”. 

“Actualmente, en nuestro país miles de delitos no son castigados, ya sea por investigaciones deficientes o por leyes laxas e indolentes que clasifican como “no graves” algunos delitos que lesionan y vulneran gravemente los derechos de la sociedad, pero que fueron aprobadas por legisladores de grupos políticos que creen en la anarquía y en la distensión social como un mecanismo que fomenta la convivencia armónica de los miembros de una comunidad. Nada más alejado de la realidad que eso”. 

¿Qué es lo que está ocurriendo en el país y en nuestro estado? ¿Por qué están descontrolados completamente los índices delictivos y criminales? La respuesta es multifactorial, sin duda, pero hay un elemento que explica cabalmente lo que ocurre: la impunidad. 

“Un delito no castigado es impunidad. Cuando un delincuente sabe bien que su delito no será castigado, que quedará impune, ahí tiene el mejor estímulo y aliciente para seguir delinquiendo y no solo eso, sino que lo hará con mayor descaro y fuerza. Total, sabe bien que nada le pasará”. 

La sociedad entera a merced de los malos, totalmente en poder de los violentos. 

Cuando no una sino varias entidades, se convierten en un verdadero polvorín a manos de grupos del crimen organizado, que sin límite alguno toman calles, carreteras, plazas públicas, queman autos, y literalmente incendian comunidades, pueblos y  ciudades, mientras el presidente insiste terca, tozudamente, en su política de abrazos y no balazos, parece que no hay esperanza alguna para los mexicanos. 

 “Cuando la impunidad campea como hoy, la justicia desaparece. En México hay sed de justicia, no de venganzas políticas facciosas y convenencieras”. 

Algo Más… 

La desigualdad social fue designada por el Papa Francisco como otro gran virus del que es necesario curarse. Se manifiesta en la marginación, desigualdad de oportunidades y la falta de protección de los más débiles. La opción preferencial por los pobres no es una opción política o ideológica, sino que está en el centro del Evangelio. A ejemplo de Jesús que siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a nosotros. 

La pandemia es una crisis, dijo el Papa, y de una crisis no se sale iguales: O salimos mejores o salimos peores. Podemos salir mejores si eliminamos injusticias sociales y la degradación ambiental. Por ejemplo, podemos hacer crecer una economía de desarrollo integral de los pobres. 

DCC.- Los políticos gozan de una extraordinaria fama en México, de corruptos. Los sucesos recientes, tras la “detención” de Emilio Lozoya Austin y sus declaraciones que han sacado a la luz pública una red de corrupción que embarra a ex presidentes, legisladores y actuales gobernadores. Cierto o falso, será la autoridad judicial, en cada caso, la que determine si son o no culpables. 

Sabías que: Las personas con trabajos de oficina aburridos consumen más chocolate, café y bebidas. 

Hasta la vista.