José Antonio Lavín Reyna
"El pato es feliz en su sucio charco porque no conoce el
mar": Antoine de Saint-Exupéry.
La mentira como política
Uno de los lastres que soportamos los ciudadanos todos los días es la
mentira en política. A diario nos enteramos por las noticias trasmitidas por
los medios masivos pagadas con dinero público de que ya casi somos un país
mejor organizado que Suiza y más serios y callados que los monjes tibetanos.
Las mentiras en la comunicación oficial son verdaderamente exageradas,
y a pesar de que no tienen nada que ver con la realidad en que vivimos, nos las
repiten en los medios de comunicación a cada corte, como si por eso las
fuéramos a creer. Es tan incómodo el oírlas que produce más enojo que cualquier
otra cosa; he escuchado a grupos de gente mentar progenitoras al oír este tipo
de noticias.
Sabemos que el ejercer el poder no es simple y que éste desgasta, pero
decir tantas mentiras es contraproducente en verdad.
Y que quede claro, esto no es una novedad; por el contrario, es parte
de la cotidianeidad que vivimos y estamos en contra de ella. Desde Platón, la
mentira se ha considerado siempre como un mal, aun cuando a veces se tenga como
un mal necesario. Sin embargo, en Occidente se ha generalizado la idea de que
el poder requiere de la mentira, la que se puede definir como simulacro, falso
testimonio, incluso virtualidad y, por tanto, lo opuesto a la verdad.
No es la dicotomía entre moralismo y realismo lo que aquí nos ocupa, cuando hay que saber diferenciar entre la mendacidad del débil y vulnerable, como resistencia al poder despótico y la del fuerte y dominante. Desde Maquiavelo, sabemos bien que toda acción política se orienta a obtener y mantener el poder, no de su ajuste a los imperativos morales, lo que significa que vicio y virtud son principios morales, no políticos. Así es la política, y lo único que podemos oponer al hirsuto maquiavelismo es una opinión ciudadana vigilante con capacidad crítica madura, que nos permita fijar los límites de lo intolerable y su rechazo mediante la participación democrática que nos conceda el sistema.
No es la dicotomía entre moralismo y realismo lo que aquí nos ocupa, cuando hay que saber diferenciar entre la mendacidad del débil y vulnerable, como resistencia al poder despótico y la del fuerte y dominante. Desde Maquiavelo, sabemos bien que toda acción política se orienta a obtener y mantener el poder, no de su ajuste a los imperativos morales, lo que significa que vicio y virtud son principios morales, no políticos. Así es la política, y lo único que podemos oponer al hirsuto maquiavelismo es una opinión ciudadana vigilante con capacidad crítica madura, que nos permita fijar los límites de lo intolerable y su rechazo mediante la participación democrática que nos conceda el sistema.
Hoy tenemos que formarnos para aprender a examinar la mentira a partir
del grado de hostilidad contra el otro o contra la sociedad. La mentira
política como arma del poder afecta no sólo al sumiso receptor, sino también a
nuestra memoria colectiva, a la cual modifica, destruye u oculta.
El afamado filósofo y sociólogo francés Michel Foucault, maneja un
concepto bastante extraño pero claro en su significado: parrhesia (en griego
decirlo todo), que en términos generales es cuando la persona habla sin
ocultar la verdad, donde la franqueza impera, no precisamente hablar y hablar,
sino decir la verdad sin ocultar nada. Y esto se aplica en el discurso
político, donde los políticos hablan, pero no dicen la verdad.
Lo anterior tiene que ver con el contexto actual, cuando la política
del discurso es parte de la coyuntura electoral mexicana. Todos los aspirantes
a la Presidencia de la República y la elite política hablan y construyen
retórica a diestra y siniestra, prometiendo lo que no han cumplido por años,
candidatos que dicen una cosa pero en su momento actuaron diferente a lo que
hoy plantean, es decir, no practican la "parrheisa foucaltiana". En
ese sentido, ¿cómo creer a políticos cuando no dicen la verdad? ¿Cómo ganarán
electores cuando siempre se mantuvieron alejados de la gente y sus necesidades?
¿Cómo ahora tratan de convencer a electores con medias verdades o promesas que
no cumplirán en el caso de que lleguen al poder?
Algo Más…
Los días pasan y nos estamos acercando el 1 de Julio. Lamentablemente
el país se dirige a una polarización que seguramente no traerá nada positivo.
En estos momentos las redes sociales son un reflejo del nivel de encono que
existe en la sociedad mexicana. Lo peor de todo es que el nivel de
divisionismo, intolerancia y polarización avanza sin que a nadie le interese detenerlo.
De hecho quienes deberían de procurar mantener la unidad de la sociedad, son
los que más contribuyen a que México se encuentre cada vez más dividido.
La falta de tolerancia se está convirtiendo en el sello distintivo de
este proceso electoral. Sólo basta leer los comentarios en las redes sociales
para darse cuenta que todo mundo quiere imponer sus ideas. Ya no hay diálogos,
ni tampoco debates de ideas, y mucho menos búsqueda del convencimiento con base
en los argumentos. No, ahora de lo que se trata es de imponer criterios a
partir de los insultos, de las aseveraciones sin sustento, del chantaje y hasta
de la amenaza. No importa si se tiene o no la razón, ahora de lo que se
trata es de imponer ideas e impedir que los otros puedan pensar por sí mismos y
tomar sus propias decisiones. Y eso es lo que se ve todos los días y cada vez
con más frecuencia. La negociación, la diplomacia y en general los buenos
modos se han estado dejando de lado, preocupantemente. Esto es
inquietante, más aún porque las campañas electorales, formalmente no han
iniciado, esto ocurre en estos momentos de
intercampañas y ya el horno no está para bollos, no es difícil
imaginar lo que puede ocurrir en plena campaña, las cuáles
serán intensas, de pronóstico reservado y no aptas para cardiacos.
Los mexicanos no pueden convertirse en enemigos automáticamente sólo
por el hecho de pensar diferente. El enemigo no debería de estar en casa, todo
lo contrario
CCCLXXIV.- Cuando surge un político que es honesto y habla con
claridad, en automático destruye al oponente, porque está usando la mejor arma
que hay en la política en relación al electorado o sociedad: la verdad. Sin
embargo, en un país donde la mentira política ha imperado, también cuesta
trabajo identificar la verdad, la percepción popular puede ser que esté
bloqueada por la mentira y aquella ya no se acepta tan fácilmente. Gran
problema.
De por sí ya se vive un clima demasiado violento en las calles de
muchas ciudades de este país, como para que también esa violencia se vea reflejada
en el actual proceso electoral.
El gobernador Astudillo ya lo dijo, la violencia complicará las
elecciones. El PRI en Guerrero actúa como si el papel de sus gobernantes en
estos últimos tres años, hubiese sido el correcto, en el estado Ni Paz Ni Orden.
En Iguala ni transparencia ni desarrollo, solo malos servicios: nula
recolección de basura, deficiente reparto de agua sucia, obra pública escasa y
cara, alumbrado público irregular e insuficiente, tránsito vial caótico con
agentes corruptos, nula existencia de seguridad, asaltos a mano armada
incontenibles y robo de vehículos en cualquier hora y lugar del día. Así que no
veo que la tengan tan fácil.
Sabías que: Todas las bebidas alcohólicas son depresivas en el sentido
de que reducen la función del sistema nervioso central.
Hasta la vista.