Narra víctima del sismo, en Chaucingo, Huitzuco
* Doña Leovigilda murió camino al hospital; por
derrumbes en carreteras no llegaron a tiempo…
Chaucingo, Gro. 22 de Septiembre del 2017.- “Quería tener alas, volar y salvarle la vida a mi hermana”, narra Dulce María Baltazar Francisco, hermana de la señora Leovigilda, quien perdió la vida en la comunidad de Chaucingo, municipio de Huitzuco, Guerrero.
Así quedaron varias humildes viviendas en la comunidad de Chaucingo, luego del sismo del pasado martes 19, que tuvo su epicentro a unos 50 kilómetros de dicha comunidad huitzuquense.
El sismo provocó el desgajamiento de un cerro, cuyas rocas cayeron sobre la carretera, lo que imposibilitó el tráfico vehicular.
Bernardo Torres/API
Chaucingo, Gro. 22 de Septiembre del 2017.- “Quería
tener alas, volar y salvarle la vida a mi hermana”, narra Dulce María Baltazar
Francisco, hermana de la señora Leovigilda, quien perdió la vida en la
comunidad de Chaucingo, municipio de Huitzuco, Guerrero. El sismo del pasado 19
de Septiembre desgajó el cerro y una enorme roca arrasó con su vivienda y la
dejó gravemente herida.
Alrededor de la 01:20 de la tarde del martes, un fuerte sismo
sacudió el centro y sur del país. En Chaucingo, municipio de Huitzuco de los
Figueroa, en los límites de Guerrero, Morelos y Puebla, se sintió con toda su
fuerza, lo que ocasionó el desgajamiento del cerro “Tierrita Blanca”.
La mayoría de los habitantes se encontraba en ese momento en sus
parcelas en el campo; las amas de casa habían acudido a recoger a sus hijos a
la escuela, o se encontraban realizando compras en el centro del pueblo, salvo
algunas personas se encontraban en su domicilio, como fue el caso de doña
Leovigilda.
Su casa estaba ubicada en la parte más alta del poblado, en la
colonia “Francisco Márquez”, una decena de rocas de varias toneladas se
desprendieron de la peña, rodaron cientos de kilómetros y pasaron por en medio
de las casas, destruyendo todo a su paso.
La mujer, de 55 años de edad, con problemas de salud en las
rodillas, se encontraba sola. Sus vecinos tampoco estaban. Nadie sabe con
exactitud qué fue lo que pasó. Germán, uno de los pobladores, fue quien escuchó
sus últimas palabras, a quien le dijo que trató de protegerse detrás de una
pila de agua, pero tampoco resistió la embestida.
Los vecinos creen que al chocar la piedra con el tanque de agua,
“doña Leo” fue lanzada unos cinco metros hacia la calle, donde fue encontrada
tirada sin poder caminar, gravemente herida.
En medio del caos y pavor que se vivía en el centro de la
localidad, Dulce María fue avisada por un joven: “córrele a ver a tu hermana.
Allá está tirada afuera de su casa. Creo que le pasó una piedra encima. No
sabía si ir a ver a mis hijos, a mis nietos, a mi mamá, o mi hermana”.
Paralizada por la noticia no pudo hacer más que comenzar a gritar
en busca de ayuda. Mandó a uno de sus hijos a ver qué había pasado, con
conocimientos de enfermería le brindó los primeros auxilios, y de inmediato se
la llevaron rumbo a la cabecera municipal de Huitzuco, para atenderla.
El camino fue un infierno, narra Dulce María: gritos de dolor de
su hermana, la angustia del resto de la familia, y por si algo faltaba, la
carretera se bloqueó por un enorme derrumbe. Buscaron otra ruta, por la
comunidad de Teocalcingo, que pasa cerca de Jojutla, y se incorpora a la
Autopista del Sol, pero les llevó más de tres horas.
En la camioneta donde viajaban vio los últimos suspiros, como se
le escapaba la vida, en medio de la impotencia de no poder llegar al hospital,
de no poder consolar a sus familiares. “En ese momento quería tener alas,
volar para salvarle la vida a mi hermana, pero ya no pudimos hacer nada. Iba muy
golpeada y no aguantó”.
Para despejar toda duda llegaron hasta el hospital, donde
oficialmente fue declarada muerta tres horas después del sismo. Regresaron a
Chaucingo con el cuerpo ya sin vida, ni siquiera pudieron realizar el velorio
en su casa, ante el riesgo de que más rocas se desprendieran.
Una de las hijas de doña Leovigilda se encontraba en la localidad
de Paso Morelos, regresó por la noche, usando brechas, pues las carreteras
principales estaban bloqueadas, sólo para encontrarse con la noticia de que su
mamá había fallecido.
A pesar de la tristeza y el luto, la familia se mantiene fuerte y
unida. No hubieran querido ver partir a su familiar, “pero Dios así lo quiso, y
con Dios no vamos a pelear”, dice con seguridad Dulce María, pues todavía tienen
mucho por lo que vivir, sus hijos y sus hermanos.
En la entrada de la casa donde están realizando los nueve días,
una conocida tradición religiosa, cuelgan tres moños negros de familiares que
han sepultado en menos de dos años, situaciones que no los han hecho perder la
fe.
30 familias fueron desalojadas, por el desgajamiento del cerro que
amenaza sus hogares…
Además de las cuatro viviendas que fueron arrasadas por el
derrumbe de rocas, y otras que colapsaron por el sismo, por lo menos 30
familias de esta localidad fueron desalojadas de la colonia “Francisco
Márquez”, ante el riesgo de que otras rocas se vengan colina abajo y los
aplasten.
Por el sismo, fueron por lo menos una decena de rocas de varias
toneladas las que cayeron sobre las casas, y que cobraron la vida de una
persona; sin embargo, cerro arriba, relataron pobladores, son cientos de
piedras que están a punto de venirse abajo, “un nuevo temblor, una lluvia
incluso pueden provocar una tragedia”.
Gabino Gatica, quien junto con su esposa y dos hijos viven en esa
colonia, subió al cerro con un grupo de pobladores para explorar la zona. Se
encontraron con cientos de piedras, una sobre otra, sostenidas con árboles
delgados y secos; otras se medio enterraron en la tierra, situación que rebasa
toda intención de salvar sus casas.
De inmediato alertaron a la población a que desalojaran sus
viviendas. Algunos sacaron algunas pertenencias y se concentraron en el Casino
Municipal, que fue habilitado como Albergue, y donde analizan cuál va ser el
futuro de las familias afectadas.
Un sismo y posterior desastre sin precedentes los tiene
desconcertados, pero resignados a que no pueden regresar a sus viviendas. “Ya
la libramos con el sismo, ámonos a la chingada”, refiere el joven de
aproximadamente 25 años, quien ya ubicó una casa para rentar, mientras se
define su situación.
Como es la constante en las comunidades, la ayuda llegó hasta días
después; una despensa llevada por elementos del Ejército Mexicano, otras por
voluntarios, estudiantes, empresarios y comerciantes, y aunque es bien
recibida, insisten en que no es el tipo de ayuda que se requiere.
Este fin de semana sostendrán una reunión con los ejidatarios de
Chaucingo, para pedir que se les asigne un terreno donde puedan reubicarse, y
empezar a construir sus casas, “con o sin la ayuda del gobierno, a fin de
cuentas deporsi no nos han ayudado”, dicen desesperanzados.
Hasta ahora las labores del Ejército y Protección Civil se han
limitado a instalar Albergues, y a andar tomándose fotos, según dice otro de
los pobladores.
Treinta casas en zona de alto riesgo, otras 20 aproximadamente con
daños en sus estructuras, las torres de la iglesia colapsadas, y muy poca ayuda
gubernamental, es la situación que se enfrenta en Chaucingo, una de las
comunidades más alejadas de la capital y que estuvieron a menos de 50
kilómetros del epicentro del sismo. (Agencia Periodística de
Investigación).