Noé Mondragón Norato
Elección mexiquense:
continuidad o freno de ciclos
Lo que
este domingo se jugará en la elección de gobernador del Estado de México, dista
mucho de reducirse al simple triunfo o la derrota en urnas. Se
juegan los intereses y la permanencia del
poderoso, expansivo y corrosivo Grupo Atlacomulco, una
agrupación política priísta mexiquense que encontró en Isidro Fabela Alfaro, a
su principal fundador. Y gracias a la cual, este último arribó como
gobernante de dicha entidad en 1942. Adquirió progresivamente,
fuerza y notoriedad nacional al encumbrar a varios de sus integrantes, como
gobernadores del Estado de México. Atravesando el cacicazgo político del
finado y todopoderoso, Carlos Hank González –quien no pudo ser
presidente del país por el impedimento constitucional de ser
hijo de padres extranjeros que ya se desechó, y cuyo primer beneficiario de
esta reforma fue el panista Vicente Fox-; la cuestionable, corrupta y frívola administración
estatal presidida por el tristemente célebre, Arturo Montiel López; y
alcanzando con Enrique Peña Nieto –sobrino de éste último-, su
máximo peldaño de poder en la historia de dicha agrupación política.
Pero la elección del domingo 4 de junio podría, sobre todo, acabar
con la continuidad sanguínea de la familia del Mazo, en
tres generaciones. De esta forma, si el PRI gana dicha
elección, tres Alfredos se habrán
encumbrado como gobernadores en distintos periodos: Alfredo del Mazo
Vélez (1945-1951), Alfredo del Mazo González (1981-1986), y Alfredo del Mazo
Maza (2017-2023). Abuelo, padre e hijo respectivamente. Y
con 30 y 31 años de diferencia en los arribos, entre
cada familiar. Con un dato adicional: del Mazo Vélez y del Mazo
González, disputaron también, su respectiva sucesión
presidencial tricolor. De ahí se abren algunas lecturas.
MEXIQUENSES: COBRAR O PERDONAR.
– La verdadera competencia electoral del PRI en el Estado de
México, es la candidata del Morena, Delfina Gómez Álvarez. Y los
electores mexiquenses se instalaron en el escenario de cobrar añejas facturas. O
de plano, perdonarlas votando otra vez por el PRI. Hay cuando
menos cuatro escenarios al respecto: 1.- La
del domingo, será la primera elección estatal en la que el PRI, estaría
padeciendo el cobro electoral del gasolinazo, implementado
al inicio del presente año y como medida antipopular por parte
del presidente Peña Nieto. Desde luego, con impacto en los bolsillos de todos
los mexicanos. O, por otro lado, pasar por alto todas esas
agresiones hacia las mayorías anestesiadas con su propia historia y terminar
votando por el candidato tricolor. 2.- Será también, una
elección que estará determinada en gran medida, por la
alta influencia de las redes sociales. Sobre todo, en asuntos
de corrupción, desvíos de dinero, violencia, inseguridad e ineficacia y
complicidades en la función pública, para combatir a los grupos de la
delincuencia organizada. 3.- Un abstencionismo alto, estaría
convirtiéndose de golpe, en factor benéfico para el PRI. Porque
abre paso al fraude electoral. Al relleno de urnas. A la
alteración en el número real de los votos. Y, de hecho, la apuesta tricolor del
triunfo electoral parece fincarse en la explotación de dicho escenario. 4.- El
Estado de México nunca ha sido ganado en las urnas, por
la oposición partidista. Como Chilpancingo, es un santuario priísta. Se
entiende que el Grupo Atlacomulco –cuya cabeza
mayor es el actual presidente del país- no lo soltará tan
fácilmente. Lo van a pelear con uñas y dientes. Porque representa,
además, el picaporte político y electoral de Andrés
Manuel López Obrador, en su trayecto a la presidencia del país en la elección
federal de julio de 2018. El punto es que el pasto se
encuentra demasiado seco como para prenderle cerillos. Y por ese lado y ante
una anticipable tentación autoritaria orientada
hacia el fraude electoral, el país podría esta vez, instalarse
en la crispación. Y hasta en el estallido social. El
presidente Peña Nieto, tiene la palabra.