Noé Mondragón Norato
Mi solidaridad con todos los colegas periodistas vejados y amenazados
por la delincuencia.
Comisionado Nacional o alto costo político
Literalmente, el
Diablo anduvo suelto todo el día del funesto sábado 13 de
mayo: en la Tierra Caliente, la confrontación entre los grupos
delictivos La Familia Michoacana y Los Tequileros, dejó
varios camiones incendiados y bloqueos permanentes en la carretera Iguala-Cd.
Altamirano; en la población de El Ocotito, municipio de Chilpancingo, un
enfrentamiento a balazos entre policías comunitarios del FUSDEG y la UPOEG,
arrojó un saldo de dos muertos, entre ellos un estudiante de
la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAGro; en Acapulco, fueron
incendiados 82 locales de la Central de Abasto; y por la noche, en el tramo
carretero del municipio de Canuto Neri (Acapetlahuaya), un grupo de hombres
armados secuestró efímeramente a siete periodistas,
les robó todas sus pertenencias y amenazó con quemarlos. En
un solo día, la gobernabilidad del Estado volvió a salirse
de control para el gobernador Héctor Astudillo Flores. Y
lo que sigue, podría ser una consecuencia natural a su atípico, extraño
y desconcertante estilo de gobernar.
ASTUDILLO: REBASADO.- A estas alturas, la pregunta resulta inevitable: ¿cuántos
enfrentamientos, secuestros, incendios patrimoniales, amenazas contra
la prensa y asesinatos políticos y de civiles tendrán que ocurrir,
para que el gobierno estatal reaccione? Porque el mandatario
estatal no puede seguir encerrado en la burbuja protectora del confort
y la comodidad discursiva, mientras sus gobernados son
víctimas recurrentes de la delincuencia organizada. Y hoy más que
nunca y por la propia salud pública guerrerense, el secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, está obligado a designar para esta
sufrida entidad, un Comisionado Nacional de Seguridad. Por
elocuentes razones: 1.- El propio mandatario estatal pidió un
año de gracia para iniciar el proceso de brindar paz y seguridad a
los guerrerenses. Pero ya pasó un año y medio. Y la
estadística criminal se incrementó como nunca, al grado de
ubicar a la entidad como campeona nacional en homicidios violentos. Desde
luego que Astudillo, no admite el golpe certero de las cifras de la mortandad
que lo hunden, le restan credibilidad y deslegitiman a su gobierno.
2.- El año que viene es electoral. Los
comicios federales y locales van a incluir necesariamente, la participación
gubernamental en cuando menos dos vertientes: A) En
la designación de candidatos del PRI, que es un
asunto demasiado escabroso. Porque la dirigencia estatal de ese partido, no
está exenta de que le metan gol. Y se les
cuele uno o varios candidatos que tengan acuerdos
soterrados con algunos grupos delictivos. Como en el caso Saúl
Beltrán. B) Los niveles de aceptación ciudadana con
los que llegue el gobernador Astudillo, a esa contienda electoral. Esa popularidad
o impopularidad del gobernante tricolor, desde
luego que va a impactar en los triunfos o las derrotas tricolores. Y
si la Federación no le endereza la plana designando
a un Comisionado Nacional de Seguridad, lo más seguro es que el escenario sea
el último. 3.- Los Grupos Delictivos y las Policías
Comunitarias, ya demostraron su poder de fuego, movilización
y facilidad para crear el caos y el terror. Literalmente, se
brincaron y rebasaron al Estado. Prueba de ello es que en
un solo día, pusieron de cabeza a todas las
instituciones. El gobernador Astudillo no puede a estas alturas,
seguir oponiéndose a que llegue a Guerrero, un Comisionado
Nacional de Seguridad. Y no debe ser ni observarse, como capricho
político de sus opositores, sino como una medida de elemental
y urgente rescate a la gobernabilidad. O el agudizamiento
de la inseguridad, el descontrol y la violencia, podrían medirse a través de un
costo político demasiado alto para él. Y para su partido, el PRI.