Contexto Político
Por:
Efraín Flores Iglesias
Astudillo y el difícil reto de gobernar Guerrero
Gobernar un estado
con rezagos ancestrales y que ha sido utilizado como laboratorio de la
guerrilla, no cualquiera lo hace. De hecho, no todos han concluido sus
periodos. Rubén Figueroa Alcocer y Ángel Heladio Aguirre Rivero, por ejemplo,
tuvieron que irse antes de tiempo. Las circunstancias del momento los obligaron
a solicitar licencia.
En su obra “El
Príncipe”, Nicolás Maquiavelo sugiere a Lorenzo de Médici, mandamás de
Florencia, Italia, “tener la fuerza de un león y la astucia de un zorro”.
En efecto, un
gobernante debe ser fuerte e inteligente para resolver los problemas que
ocurren en su territorio y no permitir que sus enemigos lo tumben del poder.
Trampas siempre le van a poner al que gobierna un pueblo, pero también debe
quedar claro que algunos gobernantes han caído por su irresponsabilidad de
delegar el poder a sus familiares o cercanos colaboradores.
En la película
mexicana “El Infierno” (Luis Estrada/2010), el actor Mario Almada (qepd) en su
papel de “El Texano” le dice a “El Cochiloco” (Joaquín Cosío): “Mire mi querido
Cochi, le voy a dar un consejo, confiar es bueno, pero no confiar es mejor”.
Y así debe
ser. Un gobernante no debe de confiar demasiado en sus colaboradores. Ya le
pasó a Rubén Figueroa Alcocer en 1995, quien después de la matanza de 17 de
campesinos en el vado de Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, todavía
metió las manos al fuego por su gabinete de Seguridad, en lugar de destituirlos
inmediatamente. Al final, se tuvo que ir él.
Solamente
gobernó tres años. Quiso seguir al frente del poder, pero desde Los Pinos le
ordenaron que se tendría que ir y que mejor eligiera a su sucesor. Y así lo
hizo. Eligió al entonces dirigente estatal del PRI, Ángel Heladio Aguirre
Rivero.
Diecinueve
años después, el 26 de septiembre de 2014 otra tragedia ocurría en Guerrero:
seis muertos, 25 heridos y 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.
Los hechos se
registraron en la ciudad de Iguala. Los responsables del ataque armado fueron
policías municipales de Iguala y Cocula, quienes entregaron a los 43
normalistas a sicarios del grupo delictivo “Guerreros Unidos”.
El gobernador
en ese entonces era Ángel Heladio Aguirre (pero ahora por el PRD), quien un mes
después –23 de octubre– y presionado por las protestas de organizaciones
sociales, partidos políticos y organismos de derechos humanos tuvo que dimitir
en el cargo.
El gran error
del político ometepequense fue delegar el poder a un familiar, ya que prefirió
las fiestas y el derroche de recursos públicos, a tal grado de que la Auditoría
Superior de la Federación (ASF) le detectó un boquete financiero en su periodo
como gobernador.
Claro, no es
el único. Su sucesor (Rogelio Ortega Martínez) también ha sido evidenciado de
haber incurrido en irregularidades y de heredar un déficit financiero a la
actual administración estatal.
El PRI supo
capitalizar los errores de Aguirre y Ortega, y en 2015 regresó al poder con
Héctor Astudillo Flores.
Astudillo tenía claro que la situación de la entidad era complicada, sobre todo, en materia de seguridad pública.
Astudillo tenía claro que la situación de la entidad era complicada, sobre todo, en materia de seguridad pública.
Cuando asumió
la gubernatura se encontró que las finanzas estaban quebradas. No había dinero
para pagar el bono sexenal y aguinaldos a los trabajadores del gobierno
estatal. Todo se lo llevaron los gobiernos perredistas.
Los órganos
fiscalizadores siguen haciendo su labor para detectar las irregularidades
necesarias para proceder legalmente.
Contrario a
las administraciones de Aguirre y Ortega, con Astudillo regresó la
gobernabilidad en la entidad y las protestas vandálicas protagonizadas por
organizaciones sociales se apagaron.
Desde luego
que hay pendientes en algunos rubros, como es el caso de la seguridad pública.
No es sencillo que la tranquilidad regrese totalmente en la entidad, ya que en
los últimos 11 años han surgido varios grupos del crimen organizado –no cárteles–
que se disputan a sangre y fuego el control para el trasiego de enervantes. Y
el problema no es privativo de Guerrero. Ocurre en varias entidades de la
República.
Se requiere el gran
apoyo de la Federación para que Guerrero sea más seguro, y qué bueno que la administración
estatal ha puesto su parte para colaborar en ese aspecto.
Son
entendibles las críticas hacia su administración. Y todo se debe al proceso
electoral que se avecina, ya que el PRD le interesa recuperar terreno para
afianzarse en 2021.
También es
necesario precisar que no todos los secretarios de despacho, subsecretarios y
directores generales han dado los resultados deseados. Algunos se la pasan
generando conflictos con los trabajadores de las dependencias que encabezan.
El mandatario
estatal está en todo su derecho de cesar a aquellos colaboradores que no den el
ancho, sin importar que pertenezcan a equis o ye grupo político. El que manda
es él.
Es necesario
destacar que Astudillo ha realizado importantes obras en la entidad y ha sido
un buen gestor ante el gobierno federal para traer más apoyos para el estado de
Guerrero. Y eso se ve en los recorridos que ha realizado en las regiones, en
donde la gente le agradece los apoyos sociales y proyectos productivos
recibidos.
Afortunadamente
cuenta con el gran apoyo de su esposa Mercedes Calvo de Astudillo, su gran
aliada y que es apreciada por miles de guerrerenses por su labor altruista.
Ojalá el
gobernador mantenga ese ritmo de trabajo y esa virtud de escuchar a sus
gobernados, porque eso es lo que hace fuerte a un gobernante.
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