Abrevando
José Antonio Lavín Reyna
¿Habrá unidad del pueblo ante la crisis que se nos viene?
El aumento brutal al precio de las gasolinas al empezar 2017 y luego su
“liberalización” a partir de febrero, así como el alza de los impuestos, el
incremento del precio del agua, del alumbrado público, la electricidad,
etcétera, más las amenazas de Donald Trump hacia México, serán como encender un
cerillo en un llano seco. Todos los pronósticos coinciden en que el próximo año
será fatal para México.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos para sortear o responder al vendaval
que se avecina? Se pueden hacer muchas cosas para tratar de cambiar el rumbo o
de mitigar el impacto de algunas medidas. Pero, lo sabemos, serán muy pocos los
ciudadanos que se atrevan a hacerlo. Habrá protestas y marchas callejeras en
algunas ciudades y entre algunos grupos, pero el resto permanecerá callado.
Es complejo que un pueblo o los ciudadanos en general decidan rebelarse
y oponerse a un fenómeno como una crisis económica como la que vendrá, por más
que afecte sus condiciones de vida. Hay muchos factores que lo impiden. Uno de
ellos, el principal, es el asistencialismo de los gobiernos federal y
estatales, ya que millones de familias viven del erario público, del cual
reciben dinero en efectivo a través del programa Progresa principalmente y
Salud a través del Seguro Popular, generalmente el monto de lo distribuido se
calcula en base a los miembros de la familia, existen familias que
reciben cerca de ocho mil pesos cada bimestre, más el monto de las becas
escolares, la única obligación de las familias es asistir a las reuniones programadas,
en las cuales se les lava el cerebro, recalcándoles que la dadiva que reciben
es por votar a favor de las acciones del partido en turno, estas pláticas
lavativas inciden sobre la falta de memoria colectiva sobre los errores y las
políticas económicas del gobierno. Por más que un partido gobierne mal, muchos
ciudadanos siguen votando por él.
Segundo, por la dificultad entre los ciudadanos de “relacionar” una
crisis con el partido que gobierna, o de relacionar nuestra situación
particular con las políticas económicas o sociales que aplica el Gobierno, ya
sea federal, estatal o municipal. Se cree que no son cosas que están
vinculadas.
Tercero, por la creencia extendida entre el pueblo, y alimentada por
los medios de comunicación y la clase política, de que las crisis son
inexorables, es decir, que se haga lo que se haga son inevitables. No hay nada
que se pueda hacer. Son variables que escapan al control, fenómenos
inexpugnables que superan la fuerza y la voluntad de los gobiernos y los
agentes económicos.
Cuarto, por un conjunto de factores como la falta de organización y de
participación política de los ciudadanos; por el peso enorme que tiene el
fatalismo en la cultura de muchos grupos sociales (“por algo suceden las
cosas”), por un optimismo falso que alimenta la literatura barata (“México
siempre ha salido de sus problemas”), por el peso de la resignación y la falta
de horizonte a que lleva la precariedad de la vida y una larga historia de
carencias sociales y educativas.
En México hay una parte de la sociedad que quiere cambiar, pero hay
otra, la gran mayoría, que lo impide. La democracia electoral y la alternancia
no han cambiado esta situación. La inmensa mayoría del “pueblo mexicano” no
sabe cómo luchar desde el ámbito institucional o desde el campo político.
Desconfía de las instituciones, de los partidos, pero también de los demás, se
atiene a su suerte y no cree en los proyectos colectivos.
Una crisis tras otra, el ciudadano mexicano sigue votando por los
mismos partidos que ya en el gobierno definen políticas que lesionan sus
intereses. Así ha venido sucediendo en México desde el siglo pasado.
No es tan simple desde luego pero, para decirlo sucintamente, una
salida a la crisis o una forma de buscar otras alternativas, consiste en votar
por partidos distintos al PRI, al PAN, al PRD, así como ejercer un mayor
control y vigilancia en la clase política. Es decir, cambiar a quienes nos
gobiernan.
Algo Más…
“Al mal tiempo, buena cara”, dice el refrán. Es buen consejo, aunque
esta vez hace falta algo más que actitud positiva. Este año se va a requerir
esfuerzo e ingenio para que nos vaya bien.
El problema es más de fondo. Una economía que crece poco y excluye a
muchos está en la raíz de los muchos males. Un Estado incapaz, capturado y
fragmentado, no puede controlar la violencia y no puede garantizar los derechos
de todos.
Tenemos un presidente municipal arropado en los medios de comunicación,
que aplaude a Peña Nieto, que le agradece de todo corazón el haber elevado el
precio de la gasolina, del diésel, del gas LP, de la energía eléctrica, las
cuotas de las casetas de peaje, ya que debido a ello, podrá contar con más
dinero para gastar en el municipio. Es más, ya se comprometió a que le pondrá
pasto sintético a las canchas 1 y 3 de la unidad que lleva el nombre de su
hermano, situación que raya en la estulticia y estupidez, ya que existen
problemas más serios en el municipio, que hacer obras de oropel.
Por eso que viva Peña Nieto. De esta manera los medios de comunicación
seguirán comiendo con manteca. Por cierto, nada digo acerca de rebajarle y
rebajarse el sueldo en un 20% mínimo, en reducir el número de empleados que
nada tienen que hacer en la nómina. De eso nada habló nuestro presidente.
Además está muy confiado y espera que con la Feria la gente olvide el
siguiente aumento del 8% adicional a la gasolina y a partir del 18, dicho
incremento será diario, al igual que el gas LP.
CCXLXXII. Por cierto, tan pronto se retiró la Policía Federal, se
incrementaron los hechos delictivos: asaltos a cuenta habientes, a casas
habitación, robo de motocicletas y autos; y dice nuestro presidente que todo es
bonito, bello y seguro en Iguala. Usted lo cree?
Pese todo, mis mejores deseos para este Año 2017.