Abrevando Ñor José Antonio Lavín Reyna

Abrevando
José Antonio Lavín Reyna
“Aquellos que renuncian a su libertad a cambio de seguridad, no merecen ni libertad ni seguridad”: Benjamín Franklin

¿Hasta cuándo….despertaremos?
Pareciera un mal endémico de los mexicanos culpar de todas nuestras desgracias al gobierno y es que, si bien una buena parte de nuestros males obedecen a malas decisiones de políticos y gobernantes, en una muy buena medida también, la realidad es que tenemos los gobiernos que tenemos gracias a la indolencia, indiferencia y “valemadrismo” con el que la mayoría actuamos.
Existen muchas frases, convertidas en lamento cotidiano, que son el mejor ejemplo de cómo justificamos hoy los mexicanos que las cosas vayan tan mal en nuestro país, así, en las redes sociales, el “hasta cuándo Peña” se ha convertido en graciosa excusa para casi cualquier cosa que ocurra, en cualquier parte, en cualquier situación y con cualquier persona. Como si con decirla ya estuviera justificado todo.
Pareciera que siempre estamos en espera de otro escándalo más, acechando como depredador a la caza, de una nueva “revelación” periodística de casas blancas, millonarias licitaciones amañadas o recursos públicos que pararon en cuentas de las Islas Caimán para inmediatamente, eso sí, dar rienda suelta a nuestra ira contenida contra la clase política con protestas, manifestaciones, memes o mentadas de madre… en las redes sociales.
Analizando a detalle algunos casos, generalmente –mientras muchos de esos hechos condenables ocurren y todos los percibimos– esperamos hasta que sean noticia, hechos consumados, para manifestar nuestro enojo y contrariedad. Incluso eso ocurre también en una buena parte de los medios de comunicación, sólo están a la caza de la nota escandalosa para publicarla y obtener más audiencia, público o “likes” en Facebook.
¿Acaso la Casa Blanca de las Lomas apareció de la nada, de un día para otro, entre los acaudalados vecinos de la familia presidencial? Claro que no. Muchos supieron y se dieron cuenta de lo que ocurría, pero no dijeron nada.
Y lo mismo ha pasado con otros casos de similar impacto social. Javier Duarte, el ex gobernador de Veracruz, hoy prófugo de la justicia, empezó con sus manejos irregulares desde el primer día de gobierno, pero propios y extraños hicieron como que no veían, como que no pasaba nada.
Todo nos lleva a la piedra angular de la corrupción en nuestro país: la complicidad. Ya sea por omisión, conveniencia, temor, comodidad, interés, indiferencia o por cualquier otra razón, cuando nos damos cuenta de que algo ilegal, incorrecto o irregular está ocurriendo y no hacemos nada por impedirlo o denunciarlo, somos cómplices en su ejecución. El silencio es también una forma de ayudar a los malos.
Decía atinadamente Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos” o en la variante atribuida a Mahatma Gandhi “No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos”.
Aquí el asunto es que, más allá de buenos y malos (porque es una forma bastante simple y maniquea de enfocar el tema), en cada evento que ocasiona perjuicio a la sociedad, a un gobierno, a una comunidad, a un individuo o a un grupo de personas, siempre hay un momento en el que alguien pudo haber hecho algo por evitarlo, y no lo hizo. Por más que luego solo se quiera responsabilizar sólo a determinadas personas, o justificar el acto por determinadas circunstancias.
Va un ejemplo. Durante la actual administración municipal, hay dos regidores en clara violación a la ley, ya que cobran como maestros, en clara violación a lo establecido por la reforma educativa, al igual que un hermano directo del alcalde en un puesto de confianza y cobrando en el Sector Salud, situación que es del conocimiento de todos los integrantes del Cabildo y, pese a que la Ley y la Ética política lo prohíbe, ninguno hizo nada para evitarlo y menos para corregirlo. Ninguno. Ni autoridades ni sociedad, porque también la sociedad se enteró en su momento, a través de los medios de comunicación, y tampoco se manifestó.
Algo Más…
En octubre del año pasado, un joven estudiante presenta ante el CIDE su tesis para obtener el grado de Maestro en Administración Pública, y la basa en una concienzuda investigación sobre el gasto del gobierno, dando como resultado algo que todos sabemos y condenamos: el gobierno gasta el dinero de los mexicanos como se le da la gana. Y ahí está en documentos oficiales, en cifras concretas y bien documentadas. Tan sólo un espeluznante dato de esa investigación: en los últimos 15 años (de 2000 a 2015), el gobierno federal gastó más de 15 billones de pesos de lo que tenía autorizado. Y todo mundo lo sabía, y todo mundo lo supo, y ahí están los documentos que lo prueban, pero nadie hizo nada -en su momento- primero, para evitar que se hiciera, y segundo, para corregir la desviación.
En México existen varias leyes que, nunca permiten sancionar, primero permiten que ocurran las cosas que se pretenden evitar, luego dice cómo se deben sancionar las conductas indeseables, y ya para cuando todo se “descubre” y se procesa, o ya no hay delito, o el que lo cometió ya se fugó, pero en todos los casos ya es demasiado tarde para intervenir.
¿Por qué tenemos estas leyes? ¿Por qué nuestros legisladores siguen emitiendo normas que no previenen el delito? No lo sé, pero también como sociedad lo hemos permitido. ¿Sabía usted que todas las irregularidades cometidas en el manejo de recursos en el Gobierno federal, durante 2016, serán reveladas hasta abril de este año, cuando se presente la cuenta pública de ese año en el Congreso de la Unión? Es decir, si algún funcionario federal decide desviar recursos o de plano robarlos, sabe perfectamente que tiene un “colchón” de tiempo lo suficientemente amplio como para evadir a la justicia, lo que resulta un perverso incentivo para cualquier servidor público que quiera meterle mano al cajón. Pero esto también lo sabemos los ciudadanos y tampoco hemos hecho nada por evitarlo o corregirlo
CCXLXXIV.- Una felicitación al alcalde Herón Delgado, por permitir que los agentes de vialidad en lugar de prestar auxilio vial para agilizar el tráfico de la ciudad, los manda en grupos de diez a detener a los motociclistas sin documentos. Si, diez elementos desperdiciados amén de dos policías municipales y la infaltable y corrupta presencia de los concesionarios de grúas que cobran sin dar factura fiscal, cometiendo una clara evasión fiscal.  Muchas gracias señor presidente, se nota su entusiasmo por eliminar la corrupción e impunidad.

Vuelvo a insistir, tan pronto se retiró la Policía Federal, se incrementaron los hechos delictivos, asaltos a cuenta habientes, a casas habitación, robo de motocicletas y autos y dice nuestro presidente que todo es bonito, bello y seguro en Iguala. Usted lo cree?