Días de antaño
Por: Carmelo Corripio Pineda
“El Búho”
El inicio de los años 60’s parteaguas para la humanidad. Se transforman
órdenes sociales y tecnológicos. El catalizador es reconocido por muchos en el
triunfo de la revolución cubana. Incubada en nuestro país contaminó su
entusiasmo a un importante número de jóvenes, incluidos los de Guerrero, donde
versiones populares afirman que el Comandante Fidel Castro se ocupó un tiempo
como chofer de camión en la desaparecida Estrella Roja, que hacía servicio
público en los abruptos caminos hacia la Tierra Caliente.
En esos días Iguala era la típica ciudad provinciana, casi pueblo, que
dormitaba en el sopor de su clima nutrida por una economía predominante,
agropecuaria, y un comercio emergente en manos de unos cuantos, al igual que la
administración pública, la iglesia y la educación.
Pero Iguala junto con Chilapa eran privilegiadas en este renglón,
porque contaban con una institución de enseñanza secundaria, la levítica en el
seminario conciliar y la ciudad tardinera la Plan de Iguala, cuestión que no
había en el resto de la entidad.
No obstante, el número de egresados que no alcanzaron a realizar una
carrera universitaria fue considerable, porque la opción de estudiar el
bachillerato estaba en la Ciudad de México. Más tarde y por iniciativa de
maestros y alumnos de lo que ya se denominaba CESPI, pues se había creado la
secundaria nocturna Juan B. Salazar con los remanentes de la ESPI, se fundó la
escuela preparatoria 24 de Febrero. Las tres funcionaban en el flamante
edificio de dos plantas que sustituyo a la hermosa casona de teja, corredores y
jardines con su fuente de cantera.
En el primer lustro de esa década se había logrado la autonomía de la
universidad de Guerrero a un costo trágico, que provoco la caída del Gobierno
Estatal, y la mayoría de los ayuntamientos municipales. La asociación cívica
guerrerense que lidero el movimiento decidió como sede a Iguala, donde una de
sus líderes, Macrina Rabadán Santana, había conseguido la instauración del
centro regional de enseñanza normal, detonador del desarrollo moderno de la
zona norte de la entidad. Se respiraban aires de cambios y la Escuela
Secundaria Plan de Iguala no podía escapar a ello. Con una planta docente que
llevaba más de 20 años en el control académico y administrativo, la mayoría
originaria de Chilapa, surgieron conflictos internos con la llegada de un nuevo
director que no pertenecía a ese grupo hegemónico, el que hicieron blanco de
una intriga cuyos efectos impactaron en el alumnado. El CREN a pesar de no
contar con una primera generación entro en huelga para apoyar la lucha de los
estudiantes universitarios de Chilpancingo que consideraban justa. Ese
antecedente y la coyuntura que significaba el endurecimiento de las relaciones
entre los maestros “viejos” y el alumnado de la ESPI, fue capitalizado por la
asociación cívica para generar una huelga a su interior en reclamo de una
renovación total. Vale mencionar que a estas alturas los maestros habían
logrado el cambio del director que no pertenecía a su originalidad, pero el
remplazo resulto totalmente refractario a ellos, al alumnado y al ambiente
mismo que se vivía en Iguala.
Rodolfo Bustamante, hoy abogado, y Félix Salazar Bustos, actualmente
ingeniero, terapeuta y empresario; en aquel entonces alumnos del tercer grado
fueron las cabezas visibles de ese ejemplar movimiento que contó con el apoyo
decidido del alumnado, los padres de familia y la población igualteca.
Apoderados del edificio, las comisiones formadas por los alumnos
estaban activas día y noche; las mujeres se encargaban de preparar alimentos
donde estaba el taller de esa clase, otros informaban a la población y por la
noche las fogatas iluminaban la azotea y sus alrededores con vigías prestos a
dar alarma ante amenazas de algún desalojo.
No faltaron maestros que en estado inconveniente se acercaron a las
rejas del edificio para tratar de convencer primero y amenazar después a los
alumnos a desistirse de sus propósitos, pero la exigencia de algunos padres
“respeten a sus alumnos”, los obligo a no hacerlo más. Mientras las
negociaciones se llevaban a cabo entre el comité de huelga, autoridades
educativas, federales, las del estado y municipales, la comisión de vigilancia
organizaba a sus compañeros alumnos para que salieran a las refresquerías
acostumbradas para su esparcimiento cotidiano, donde ya se imponían el Rock and
Roll y las estridencias de la Sonora Santanera, sobre los instrumentales de
Gleen Miller; los danzones y boleros, propios de una época que ya se iba.
Finalmente, al ordenar la autoridad un arqueo e inventario, encontraron
estupefacientes en el escritorio principal, lo que motivó el cambio total de los
docentes y una victoria por Knock Out de los alumnos.
La única huelga que había tenido la ESPI no fue escandalosa, fue algo
ejemplar generado y sostenido por sus alumnos que aportó un cambio importante
para Iguala y para la mayoría de sus maestros que ya se habían anquilosado,
pues a donde fueron recibieron cargos directivos en lugar de solo cátedra, y
uno de ellos, quizá el más brillante llegó a desempeñarse como director general
de la educación secundaria a nivel federal.
Muchos de los protagonistas de este episodio que ya se encuentran en
otra dimensión. Quienes le sobreviven sienten con íntimo orgullo haber hecho su
aportación para lograr cambios importantes que le dan la actual fisonomía
social a nuestra ciudad.