Artículo: ¿Quién mató a Elsa?

¿Quién mató a Elsa?

Por: Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

 

Viví en la Narvarte en 1960, ubicada en el Sur de la Ciudad de México; arbolada y selvática, con trazo moderno y urbano en las afueras de la Ciudad, Concebida aristócrata, habitada por artistas y deportistas de élite; te encontrabas a Clavillazo, Mateuk, Pepe Bosque, José Becerra, Memo Diez, pero también llegaba Pelusa de la Postal, de la Portales, etc.. Yo trabajaba en el despacho de “PARADA Y DE LA GARZA”, defensores del señor Bertiz; éste era socio de firmas importantes del país: MC Valton Internacional, Litográfica Gel, Parques Turísticos Acapulco, sólo algunas de ellas; rico, casado, de 60 años, con problemas afectivos con su esposa, conoció a una chica, Elsa Salas, de 18, era novia de Luis Candia. La pareja sostenía una relación completa, su proyecto era vivir juntos producto del amor que sentían, empleada en un Centro Comercial. Luis, su novio, sin preparación ni empleo fijo empezó a delinquir, hasta ser procesado; la fianza era elevada, hasta que en una de sus visitas al Reclusorio, ella le planteó la necesidad de obtener el dinero por cualquier medio para que él pudiera salir. El la entendió, pero no dijo nada: Ella conoció a Daniel Bertíz el acaudalado empresario, fino, pulcro en su trato, las primeras veces que salieron a cenar la invitó al teatro, la llevó al golf, su pasión, a oír música en la zona rosa en voga en ese tiempo, hasta que el señor Daniel Bertiz le planteó su necesidad de mantener relaciones sexuales exentas de compromiso sentimental y cada encuentro lo tasaron en mil pesos, un dineral en aquel tiempo. “EL RITZ”, ubicado en Isabela Católica sería el nido, en la habitación número 33, estaba en el tercer piso. Ambos sin experiencia en un convenio de esa naturaleza los puso nerviosos. Sin embargo la madurez de él, la edad y el aplomo que da el dinero y el mando en sus negocios, le permitió desvestirla con delicadeza y finura, su lenguaje divertido disipó la tensión y se relajaron, empezaron a desenvolverse con tanta naturalidad como si se conocieran de tiempo atrás; él fijó su mirada en los ojos de ella, pronunciando palabras de admiración, pero sin cohibirla, sin aludir en lo rosado de sus pezones o en el oscuro del bello púbico, y menos en lo mórbido de sus carnes bañadas por las endorfinas.

Aunque el contrato sexual era claro y descriptivo respecto a su duración, no debería rebasar las tres horas, excepto que una de las partes por complacencia pidiera prórroga. Se estableció que la práctica de copula incluiría la anal y la felación sin riesgo para la salud. Se eliminó el sadomasoquismo, fetichismo y fantasía, por tratarse de dos seres normales como ellos se consideraban, pero convinieron rigurosamente en no dar cabida al amor fuera del nido copular, no debían telefonearse ni buscarse por ningún medio. Con esos resolutivos empezó la relación, al principio espaciada, una vez cada semana, después dos, y al final cada tercer día.

Un viernes le habló a Daniel a su despacho y le dijo que lo esperaba, que ya se había desnudado. Esa tarde se negó a recibirle los mil pesos, le refirió que Luis estaba libre; se pagó la fianza, que éste la acusó de indiferencia, que un día la siguió y que la vio entrar al “HOTEL RITZ”, que esperó su salida, la acusó de puta y la amenazó, que ella no tenía deseos de andar con Luis, menos de estar en intimidad y prorrumpió en un llanto incontenible. Daniel la consolaba bajo el alud de lágrimas, limpiando su cabellera y sus lagrimas, le entreabrió los labios y la besó suavemente, le introdujo su pene en aquella tarde accidentada.

La camarera del hotel tocó el timbre de la habitación número 33, como nadie respondió, llamó a la puerta con los nudillos y volvió a esperar. Luego desbloqueó la cerradura y abrió la puerta, tal como le enseñaron, anunció en voz alta: -servicio de limpieza-. Como no obtuvo respuesta entró a la habitación, muy amplia, como de 35 metros cuadrados, al final estaba la cama, toda revuelta, en la silla contigua había una botella de agua abierta, entre la cama y la pared como división yacía Elsa Salas, sobre la alfombra ensangrentada desnuda, a medida que avanzaba iba descubriendo el cuerpo: las piernas, los pechos, cuando vio la cara era una masa pastosa y sanguinolenta de huesos, cabellos y ojos, parte de la masa encefálica blanquecina había salido de la cabeza reventada y salpicando el parquet oscuro; la pesada lámpara con la que le partió la cabeza el asesino estaba manchada. No pudo evitar la recamarera, recordar que todas las mañanas limpiaba el polvo impregnado en los adornos de la lámpara.  

Dos sospechosos: Daniel Bertíz y Luis Candia. El primero como amante y por la última llamada telefónica hecha a Elsa. El segundo por ser el novio engañado de la mujer asesinada. Los análisis especializados de la policía dijeron: “se encontró restos de esperma en el cabello y en los pechos de la víctima. El ADN no concordaba con ninguno de los que había registrado la base de datos. Daniel Bertíz fue requerido para entregar

voluntariamente una muestra de saliva, analizado su ADN coincidió con el esperma y fue detenido.

Elisa1En su declaración dijo que conocía a Elsa, lo hizo por medio de un anuncio. Le pagaba a cambio de sexo. Dijo que era una chica simpática y que le había tomado cariño.  El día de los hechos había estado reunido con ella desde las 13:00 horas que Elsa lo había esperado y que mantuvieron relaciones sexuales. Luego se había duchado y marchado enseguida. Ella se quedó y le dijo que se iría hasta las 16:00 horas. En eso se fincó su defensa y quedó absuelto.

Luis Candia, el novio que había sido detenido durante la investigación, el encargado del interrogatorio le dijo que Elsa se había prostituido para salvarlo a él y pagar la fianza. Le leyó la declaración que Elsa le hizo a una amiga. Luis comprendió el sacrificio que Elsa había hecho por él, y se vino abajo, pero no confeso nada y sin pruebas en su contra salió absuelto. Ante tales dictámenes, el agente acusador, bajó las gradas del tribunal y apartó de un puntapié un bulto imaginario, impotente ante el comportamiento de la vida, una joven con un final terrorífico, con dos sospechosos libres por la habilidad de sus defensores y por un sistema de justicia deficiente y anacrónico. Entonces ¿quién mató a Elsa?