Artículo: Cuando Jacobo Zabludovsky pidió perdón

Cuando Jacobo Zabludovsky pidió perdón

Por: Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

 

Hay destinos públicos por su resonancia y privados por su silencio. También lo hay anónimos, los que no se conocieron, los destinos revestidos de grandeza, se fundaron en el trabajo y tuvieron reconocimiento, esos seres abstraídos en la ilusión, buscaron la creación, desde niños y hasta su fin su labor fue ininterrumpida. Cuando sus acciones se traducen en números, la suma es colosal. Durante 80 años Jacobo Zabludovsky labró el enorme edificio periodístico; desde los siete se impresionó con los desastres, con las narraciones verbales y escritas de sus mayores y hasta por la diversidad de las tintas y sus olores. Su ámbito fue el de los personajes, pintores, músicos, artistas, políticos, toreros, etc. Lo extraordinario en él, era el trato igual, con los grandes y con los comunes; es decir, aprendió el lenguaje universal donde está incluido el conocimiento humano. Ese amasijo de cultura, ciencia y arte, que le sirvió de coraza para mantenerse en la primera línea de fuego durante más de medio siglo, y estar dentro de los mejores periodistas de radio, televisión y prensa del orbe. Son célebres sus entrevistas, con María Félix, Fidel Castro, Dali, Cantinflas, El Papa, Lara y otros. Se metió con sus entrevistados en preguntas y respuestas tan punzantes y jocosas, en que predominaba la inteligencia pura, como: Cuando le preguntó a María Félix, ¿Es cierto María que te has hecho muchas cirugías para conservar tu belleza? María le contestó encabronada, ¡Eso no se pregunta Jacobo! ¿Acaso yo te pregunto si eres gay? Jacobo le contestó: ¡Tengo esposa y tres hijos! María replica, yo he sido y soy bella. Ambos se miraron a los ojos con una mueca de sorpresa ante el reconocimiento recíproco de estar frente a un ser excepcional. Lo mismo ocurrió con Lara: ¿Se dice maestro -preguntó Jacobo- que la letra de las canciones de Madrid y Granada, son falsas porque usted no conoce las ciudades; nunca ha ido a España. Lara le contestó: ¡Jacobo, la inspiración no es un don que traes dentro de ti, es una energía esporádica que envía el viento quien sabe de donde y te dicta la composición, con ideas y lugares secretos precisos, que ni los mismos madrileños o granadinos han visto u oído. Jacobo inclinó la mirada ante la inteligencia pura de Lara.

Cuando la Universidad Veracruzana inició el proceso para conceder el doctorado “Honoris Causa” a Jacobo Zabludovsky la chusma azuzada pretendió evitarlo, sin lograrlo, empleando acusaciones de abyecto, de traidor, gobiernista, vendido, mercader, falso, etc. El proyecto se aprobó y lo invitaron a recibir el doctorado.

Cuando llegó se abre la portezuela de un auto cuatro puertas negro y de él, sale un hombre de 86 años en pleno dominio de la verticalidad. Asombra su entereza, su salud, la invariable sonrisa con la que extiende sus labios hacia quienes lo aguardan en la banqueta.

Es Jacobo Zabludovsky en el momento de llegar al recinto de la Universidad Veracruzana a recibir el doctorado “Honoris Causa” por su actividad periodística.

Después de los primeros apretones de mano, de escuchar palabras de anticipada felicitación, de recibir quizás un abrazo que le descompone por momentos su traje negro de dos botones, el celebrado cruza un pasillo entre ruidos de aplausos.

Llega al foro. Escucha una elogiosa presentación. Se le entrega la medalla. Más elogios, más apretones de manos.

Lo invitan a que ocupe el atril para pronunciar el discurso que lleva escrito en hojas de papel bond.

En el nutrido salón, los legisladores e invitados se remueven en sus asientos, expectantes. El empieza a leer con la modulación y el timbre de voz que tanto le conocen los presentes. Dice:

“Esta mañana no vengo a otra cosa más que a pedir perdón. Quiero pedir perdón a todos los que ofendí o lastimé o desacredité durante mi larga carrera periodística. Perdón por haberme sometido a las exigencias de la empresa en la que trabajaba, del Gobierno al que servía, de los Políticos a los que me rendí. Perdón por torcer la realidad. Perdón por no haber contribuido en aquellos desafortunados años a la libertad de expresión que ahora pretendo ejercer con profundo arrepentimiento. A eso he venido esta mañana: A pedir perdón”.

El silencio es absoluto en el recinto. Lo rompen, segundos después, un par de manos que aplauden lentamente y que desatan por fin el aplauso frenético, universal, a Jacobo Zabludovsky.