“2 DE OCTUBRE”

“2 DE OCTUBRE”

Por: Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

                                                                      

Doscientos mil muertos contabilizamos a partir de la “Declaración de guerra  al narcotráfico”. El número es abstracto, pero los hechos son alucinantes. “El Pozolero batiendo en ácido a la víctima, con guantes y lentes ajustados, bien cubierto, una fotografía inolvidable, con hoguera a un lado y el estampado de las sombras, una actividad normal apuntalada por la droga que se mete para aguantar la jornada”.  “Paleo frenético para dar cabida a 72 indocumentados en una fosa común, en Tamaulipas -el video recoge la imagen de la muerte- en medio de la oscuridad, iluminada por las lámparas en plena serranía. “Seis fueron decapitados; sus cabezas esparcidas en la carretera Iguala-Acapulco. La sangre coagulada no había sido lavada por la lluvia, incrustada en la comisura del asfalto; una era mujer, se distinguió, porque aún conservaba uno de los aretes que colgaba de un tejido masacrado”. Niños paralizados viendo la caída de sus padres con ráfagas de R-15 sin comprender el momento ni la razón de su supervivencia, sin poder llorar, gritar o pedir auxilio.

La pesadilla dura veinte años. Cada noche que pasa es más terrorífica. Empieza con los crímenes de Colosio y Ruiz Massieu maquillados, evitando el escándalo y centrándose en lo individual, particularizando el objetivo, circunscribiéndolo al ámbito de la política, sin incluir más que al destinatario dentro de la esfera del poder, pero alentando a los criminales a liberar sus instintos. Al recordar el 2 de Octubre hace casi 50 años, épocas diferentes ayer y hoy, la muerte es la misma, el dolor y terror iguales, en el 68 un solo acto duró siete horas, un solo escenario “La Plaza de las Tres Culturas” cercada por más de mil tanques desde Insurgentes a Reforma, más de mil jeeps camuflados escondían ametralladoras, francotiradores estratégicamente instalados, helicópteros sobrevolaban tan cerca que sus ocupantes se podían identificar, se calcula que participaron más de 5000 soldados y otros tantos entre agentes policiacos vestidos de civil, para no confundirse portaban un pañuelo blanco en la mano derecha, escuadrones de caballería sin uniforme, perros amaestrados, patrullas, ambulancias que revelaban el proyecto criminal, especialistas con proyectores y cámaras para filmar, prensa cooptada o comprada que minimizaron el espectáculo mortal, con más de 1500 muertos, aunque “Di Guardian” el diario inglés, contabilizó solo 646, más de 2000 desaparecidos, 3000 detenidos, y miles de heridos, atendidos en hospitales, cárceles, y banquetas aledañas a la plaza. A las 5 de la tarde los oradores estudiantiles del Consejo Nacional de Huelga, que desde el tercer piso del edificio Chihuahua, se dirigían a la multitud compuesta de más de 30 mil personas, hombres, mujeres, niños, ancianos, amas de casa, vendedores ambulantes, curiosos, sentados en el piso de la explanada, todos vieron en el cielo, la aparición de luces de bengala, señal que desencadenó la balacera, el fuego intenso e ininterrumpido duró dos horas, luego decreció, pero nunca cesaron los disparos hasta las 12 de la noche, que se le conoció como “La noche de Tlatelolco”.

La gente llena de terror trató de huir por el costado oriente de la Plaza de las 3 Culturas, la estampida se encontró con columnas militares que a balazos les impedían el paso, y a bayoneta calada daban muerte a los manifestantes.

El general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional declaró: “Al aproximarse el ejército a la plaza fuimos recibidos por francotiradores, se generalizo un tiroteo que duro 2 horas aproximadamente; hay muertos del ejército y de los manifestantes”___ indudablemente el general no tenía argumentos para inculpar a los estudiantes___; Luis Cueto Ramírez, Jefe de la Policía Metropolitana declaro: “Las armas confiscadas son de fabricación europea y corresponden a modelos usados en el bloque socialista, sabemos que hay políticos implicados que promueven esta situación, pero hasta el momento desconocemos sus nombres, sé que hay prisioneros guatemaltecos, americanos y alemanes.

TESTIGOS

Elvira B. de Concheiro.- Madre de Familia declara: “Cuando me di cuenta de que los helicópteros bajaban peligrosamente sobre la plaza y ametrallaban a la gente, se veían rallas grises en el cielo___ me quede tan asombrada que dije___ no, esto no es verdad, es una película; esto solo lo he visto en el cine. ¡No son balas de verdad!, seguí caminando como ida, como loca, hasta que la gente me detuvo.

Ema Bermejillo de Castellanos.- Madre de Familia declara: “Podría reconocer al hombre que iba disparando desde el helicóptero, de lo cerca que paso”.

Margarita Nolasco.- Antropóloga declara:” Yo no entendía por qué la gente regresaba a donde estaban disparando los tipos de guante blanco___ Meche y yo___ escondidas detrás del pilar, veíamos como la masa de gente venía gritando hacia nosotros, les disparaban y caían, la masa se iba corriendo en sentido contrario a los disparos y de pronto regresaban, se caían, se iban, venían de nuevo y volvían a caer. Era imposible eso___ me decía___ era una masa de gente que corría para acá y para halla y volvían a correr hacia nosotros  y volvían a caer. Pensé que la lógica más elemental era que se fueran donde no había balazos; sin embargo, regresaban, ahora sé que les estaban disparando también de aquel lado”.

Diana Salmerón de Contreras.- Estudiante declara: “Algunos estudiantes entre nosotros habían caído, unos muertos, otros heridos, a mi lado estaba una muchacha que había sido tocada en la cara por una bala expansiva___ ¡Qué horror!___ todo el lado izquierdo de su cara había sido volado, cayó muerta, los gritos de dolor, de llanto, los aullidos y las plegarias se escuchaban en aquel infierno de Dante”.

Mercedes Olvera de Vázquez.- Antropóloga declara: “Les dije a todos los del comité que ir a la plaza de las tres culturas era una trampa, ¡se los dije!, ¡no hay salida!, ¡más claro lo querían ver!, ¡les dije que no había ni por donde escapar, que nos quedaríamos todos encajonados ahí, cercados como en un corral!, ¡se los dije tantas veces, pero no!