“LA GUERRA”

“LA GUERRA”

Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

 

La gran guerra de 1914-1918, devoró en cuatro años 10 millones de vidas. La carnicería es un récord en la historia de la humanidad, en las montañas, los desiertos y las selvas, a un entre las nubes corrió la sangre incontenible., no importo a los líderes de las naciones el sacrificio de una generación de jóvenes, ignorantes de los verdaderos motivos de los enfrentamientos, obligados en aras de la patria, vivir jornadas ininterrumpidas de terror que solo el silencio de la muerte aliviaba los gritos enloquecidos de dolor, estallidos de bombas y la presencia del enemigo tras ellos, o frente a ellos como aquel día en la trinchera en que los disparos de la pesada ametralladora alemana de reciente fabricación, la-SCHWERES-08, un artefacto que traqueteaba ráfagas mortales, casi acabando con el regimiento de las tropas expedicionarias Canadienses a las que Raymond Chandler se había enlistado para luchar en el frente en la región de Europa, al principio los regimientos franceses e ingleses conformados por soldados de otras naciones, replegaron a los alemanes en el norte de Francia, pero una carga con refuerzos de los alemanes convirtió la lucha en una tragedia humana de características fantásticas por la cantidad de soldados que caían, por las jornadas tan largas de lucha, al despuntar el sol y hasta llegar la noche, enfrascados en matarse, como perros rabiosos, desplegando un esfuerzo sobre humano de energía, mas por el veneno de la adrenalina que por sus reservas físicas, por eso aquel día, en la trinchera, en que ceso el traqueteo de la ametralladora, Raymond Chandler le dijo a su - compañero  -“o se les ha acabado la munición o se han cansado de matarnos”- , su amigo hizo una mueca, y continuaron pasando los minutos en silencio, sin disparos, hasta alargarse el tiempo, Raymond comprobó que los miembros de su regimiento habían desaparecido, estaban muertos, retirados de la trinchera se escuchaban lejanos quejidos que se apagaban cuando el soldado expiraba, era de noche, Raymond saco un cigarro y paso su cajetilla a los demás, se la regresaron con tres cigarrillos, estaban vivos trece o quince soldados, Harry era un compañero que había estado junto a él todo el día, unas quince o dieciséis horas, guarecidos en la trinchera, lo sentía ya su amigo y conversaban los hechos que vivían.

¿Qué estarán haciendo?- pregunto uno de los compañeros de la trinchera.

Si hay suerte, los franceses avanzaran y nos sacaran de aquí – contesto Raymond.

Parecen atascados- dijo otro- no se oye movimiento, las cortinas de alambre que nos cubre y lo empinado de la cuesta, los hizo retroceder.

Los franceses llegaran insistió Raymond, esperemos aquí, este lugar es más seguro que afuera, que halla arriba.- Nadie dijo nada en un buen rato, se limitaban a fumar y a recuperarse, pero con el miedo dentro de ellos.- De pronto empezaron nuevas explosiones, el enervamiento les hizo tirar sus cigarros, tensos y por instinto se pusieron en guardia con sus fusiles, apuntando hacia arriba de la trinchera, la luna los miro apacible y su resplandor se confundió con el brillo de la metralla.

¡Maldita sea!- dijo Raymond, eran los nuevos cañones del enemigo, de un calibre especializado, y sonaban muy cerca.

¡Nos van a dar!- dijo su amigo Harry, y en ese momento una explosión cerca de ellos los envolvió en una nube de tierra, polvo y sangre, que les cubrió casco y uniforme.

¡Nos van a dar!, ¡Hay que salir de aquí!- grito su amigo una vez más para hacerse oír por encima del estruendo de las bombas, que caían por todas partes.

¡No debemos salir! – gritaba Raymond en medio del resplandor y trueno de la pólvora- ¡Arriba están  las ametralladoras esperándonos!- A su lado un compañero había recibido un racimo de esquirlas en el cuello, por donde brotaba abundante sangre, no se quejó, cayó muerto, esto desato el caos emocional en la trinchera. Harry escalo los cuatro bultos de arena para alcanzar los bordes de arriba de la trinchera, Raymond intento detenerlo, pero el pánico, más bien la locura se apodero y subieron con rapidez para alcanzar la cima, arriba al intentar huir fueron barridos por ráfagas de ametralladora, que impulsaban más de 400 balas por minuto. Un silencio de muerte recorrió la llanura del Lenox, teatro de la carnicería que duro meses, Raymond Chandler, canadiense, Andre Butler, inglés y Desmond Diart, francés, al final de la guerra pasaron lista, como los únicos sobrevivientes del 33 Regimiento de los aliados de la parte norte del continente europeo, los tres estuvieron de compañeros en la trinchera 14 de la llanura de Lenox que permanecieron en ella hasta que fueron rescatados por los franceses en un avance que duro toda la noche y todo el día, en que volaron las fortificaciones alemanas, fundiendo con fuego graneado las ametralladoras tanques y alambradas que defendían las posiciones estratégicas de los contrarios, Raymond salió de su refugio en estado de shock, igual que sus otros dos compañeros, apenas podían hablar. Lo que nadie sabía allí, es que de esa trinchera, junto con Raymond Chandler salieron vivas obras maestras de la literatura universal; obras como “El simple arte de matar, el sueño eterno, el largo adiós” y cien más, también salieron vivas películas de todos los tiempos como “Casa blanca, el halcón maltes” entre otras, por las magníficas adaptaciones cinematográficas de todos esos relatos; y es que de aquella trinchera salió vivo Raymond Chandler, el genial escritor.

Estos hechos son tan inquietantes, porque uno se pregunta ¿Cómo sobrevivió a esa guerra? ¿Cómo salió de aquel bombardeo de la artillería y las ametralladoras? ¿Quién lo protegió? ¿Cómo Dios lo rescato de aquella masacre? Ahora vemos el infinito poder de Dios, y por qué lo salvo, pero lo que nunca sabremos es si quedo alguna obra de arte, de ciencia, de literatura, o de creación en aquellas alambradas, llanuras o montañas, los cuerpos inertes cuyos gobiernos arrojan a la muerte.