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“HOMBRES SINGULARES”

Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

 

Rodrigo Guerrero vivió toda su vida al lado de su madre, esporádicamente solo, pero siempre dependiendo de ella. Lo mantuvo desde niño hasta su muerte. Lo enterró hace algunos años una tarde triste; quizá no llegó a los 70 años. No se casó ni tuvo pareja. Probablemente no amó a nadie, o su discreción impidió conocer sus emociones, sólo aludió en ocasiones a Yolanda Méndez, una joven igualteca, bellísima decía con énfasis, dueña de una refaccionaria a quien admiraba pero sin agregar más. Lo conocí en 1958 en la preparatoria; tendría 30 años, doce más de la mayoría de nuestra generación de 18, académicamente superior a todos, obtuvo la bandera con promedio de 10, calificación que conservó en el segundo año, líder natural por su actitud, valor y sabiduría, fue cabeza en contra del plantel docente, en la aplicación de normas anticuadas; __ como usar la toga y el birrete en ceremonias de fin de cursos__, el argumento en sus alegatos para abolirla “les decía al plantel docente que no éramos romanos ni magistrados, tampoco catedráticos, que esa gorra con bola negra sobre nuestras cabezas, nos hace ver ridículos”. Es suficiente _decía_ llevar el uniforme que llevamos en los desfiles. La lucha sonrojaba de ira a los distinguidos maestros de aquella época, el desafío lo ganamos y durante varias generaciones, la toga y el birrete desaparecieron, fueron sustituidos por un traje gris Oxford para hombres y vestido de gala para las mujeres.

Era un solitario crónico. En el salón de clases se acomodaba en la última silla de la última fila de bancos. Su gesto agrio reflejaba la lucha que se libraba en su interior, la pugna entre sus ideas y emociones. El discernimiento de su yo personal con el  medio, el desacuerdo con la enseñanza educativa que criticaba por anacrónica, al circunscribirla a un método inflexible, cerrado, que no admitía valoración,  derivado del sistema educativo mexicano, en el que no se impartía  la cultura general como materia por la que siempre  luchó. Una vez al entregarnos un examen de historia universal de 25 preguntas, cada una valía 4  puntos para hacer 100, la pregunta era ¿Cuál erala ciudad que producía la mayor cantidad de acero en el mundo? , Rodrigo fue el único que acertó con la respuesta de que era Boston, E.U., todos los demás nos equivocamos por que en los resúmenes del maestro venia que era Dallas, Texas, y la cultura general de Rodrigo le permitió contestar acertadamente, al darnos la prueba que venía en una hoja surgió el enfrentamiento entre el alumno y el maestro, cada uno sosteniéndose en su dicho, Rodrigo camino hacia el estrado del maestro, le enseño dos heridas una en el labio inferior y otra en el pómulo derecho y le dijo: “guiaba a mi avión, tuvo una falla y se desplomó en Boston”. En el trayecto al hospital en todas las avenidas y accesos decía: “Boston” la primera ciudad en el mundo productora de acero”. Le entregó un manual de estadísticas de distintos géneros, le pidió al maestro que le calificara como buenas sus 25 respuestas del examen, posterior se recurrió a distintas fuentes, Rodrigo tenía razón “Boston ocupa el primer lugar como productora de acero en el mundo”. Sus conocimientos teóricos sobre la aviación, abarcaba desde Santos Dumont que invento un globo para conocer el cielo , probablemente lo logro al matarse en la caída cuando el globo se desplomo; Rodrigo nunca renuncio a continuar volando después de 3 desplomes de sus avionetas, una se incendió luego de ser expulsado y caer en una espesa jungla de ramas elásticas que le salvo la vida,  la información periodística describía y aseguraba que el piloto había muerto, después de 6 días dramáticos, telefoneo a sus amigos, dio la ubicación de la avioneta siniestrada y les confió que nunca sintió miedo cuando el aparato empezó a fallar y precipitarse a tierra, su pasión aérea era cotidiana, hablaba constantemente sobre el peso físico de los aviones, comentaba sobre la novedad de la nueva energía para elevarlos e impulsarlos, al descubrirse nuevos energéticos, líquidos, gases y fluidos, conocía las nuevas teorías que se ensayaban para combatir la gravedad y que las caídas no terminaran en estallidos , con la posibilidad de aterrizar en cualquier lugar, empleando instrumentos flotadores, parecidos a los  utilizados en los mares, su memoria fotográfica describía los desastres y milagros aéreos donde habían ocurrido, hablaba de los montes Urales, mar de Hudson, Desierto de Omán, La Tierra del Fuego, La Faja del Orinoco  todos esos lugares y más sembrados de cadáveres y milagros de sobrevivencia, historias de muerte y de vida en competencia maligna y divina; Rodrigo fue un gran hombre, domino el inglés en su totalidad, obtuvo su licencia privada de aviador en la Unión Americana, se graduó de comunicador y conocedor del Sistema Morse (telégrafo), domino el 50% de los idiomas francés y árabe, obtuvo su Título de Contador Público Auditor en la UNAM, austero y aislado no transmitió en beneficio de la sociedad sus vastos conocimientos, formulo proyectos educativos, aéreos, confecciono un programa deportivo y sus beneficios a la salud, la educación y la formación espiritual del hombre; Acostumbraba a dar vueltas en el zócalo solo avanzada la noche, se detenía en una esquina, encendía su cigarro y lo aspiraba profundamente, percibíamos el alivio que le producía el humo que llegaba a sus neuronas electrizadas, inflamadas por el continuo circular de la sustancia creativa, reencendidas por la música que a lo lejos se escuchaba de “Luis Alcaraz”, y la tarareaba: “Las torres que en el cielo

se creyeron un día cayeron en la humillación, por haber querido tanto, es mi desesperación” hasta que se iba apagando o alejando el sonido cesaba su recuerdo.           

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