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Amor duradero y fijo

Por: Carmelo Corripio Pineda “El Búho”

 

Trabajé en el despacho de Parada del Valle y de la Garza. Estábamos ubicados frente a Bellas Artes, aun lado de trajes “Roberts” en la Avenida Juárez. Geni Salas era la segunda del notario 59, ubicados en la misma avenida, todos los actos jurídicos los celebrábamos en esa institución. Geni se había separado de su pareja con quien procreó un hijo, su porte de mujer era distinguido y su desempeño profesional le proporcionaba recursos para vivir bien. En mi calidad de pasante constantemente me enviaban a esa notaría. Ahí hice una buena amistad con la licenciada Geni Salas. Una tarde en su privado poníamos en orden documentos para la creación de una sociedad anónima. Se veía radiante y me pareció que le era imposible guardar su secreto, te voy a platicar licenciado lo siguiente: conocí a Alberto Romano, trabaja en siniestros en una compañía de seguros. Al investigar una demanda me encontré con él, en un juzgado, dio la casualidad de que recababa datos en un mismo expediente que era del interés de él y el mío sobre la destrucción de una casa por un terremoto. De inmediato la atracción fue mutua pero parcialmente frustrada cuando le confesé que tenía un hijo de 14 años, que pudiera ser la diferencia por esta situación civil. En nuestras citas posteriores se veía que no era inclinado a sostener una relación seria conmigo, aún así la atracción era poderosa  y evolucionó hasta terminar en la cama. Las citas eran más frecuentes y la armonía íntima nos enredó en un amor indisoluble. Durante un maravilloso periodo nos pusimos a vivir juntos temporalmente; por desgracia debido a nuestras discrepancias donde estaba incluido mi hijo la relación no pudo durar, ya que yo -dice Geni- necesito un compromiso duradero y fijo que Alberto no quiere ofrecerme. Nos separamos retorciéndonos de dolor en medio de un mar de lágrimas y de confusiones extremas en la que ambos éramos culpables. Yo por exigirle que se quedara y él por negarse a ello; pero sobrevino algo que complicó las cosas. Sin que Alberto lo supiera quedé embarazada enfrentándome al futuro sola;  y ahora con dos hijos,  pero decidida a tenerlo y sostenerlo; mientras tanto él sufría solo el dolor terrible de la separación sumido en silencio y con la amargura en la piel. No teniendo recursos para soportar ese estado desesperado me buscó, me pidió una cita, a la que acudí -te platico esto licenciado porque estoy llena de dicha y sorprendida, el escenario fue el siguiente cuando nos encontramos--.

- Primero Alberto me dice que está totalmente enamorado de mí. Esto casi me vuelve loca.

- Alberto frente a mi me enseña una manta escrita.

- La manta dice: “Sé lo que quiero y está frente a mi. Para siempre”.

- Después una propuesta de matrimonio revela claramente la intención de quedarse conmigo para siempre.

- Me pregunta: ¿Quieres una boda convencional o nos fugamos juntos?

- Yo le contesté: “¡Quiero la boda con todas las de la ley!”

- El dijo: “Me pareció que como abogada ibas a decir una cosa parecida”; y los dos reímos a carcajadas después del susto de que nos habíamos perdido uno del otro.

Me froté mi abdomen dándole a entender el embarazo y diciéndole: “Alberto, si nos abandonas ahora estarás huyendo de nosotros dos. No te daremos otra oportunidad o bien nos comprometemos a estar juntos y crear a este niño con todo el amor y el cuidado que se merece o márchate ahora que todavía puedo arreglármelas sin ti. Alberto repite que la ama a ella y al niño que nacerá y que se quedará para siempre y que los atenderá exclusivamente a ellos, olvidándose de todos los siniestros de su trabajo y volcándose dulce dentro de la estabilidad paterna.

Ahí terminó la plática. Geni me pidió que compareciera como testigo de su enlace.

En el descenso del elevador, reflexioné sobre las inclinaciones naturales y legítimas de los deseos de la mujer. Observaba que la exigencia primordial de ellas es que el hombre se comprometa al cuidado a largo plazo y en exclusiva de ella y sus descendientes; aunque ellas no dejan al margen unirse a hombres atractivos como un llamado que hace la evolución y que promete hijos genéticamente mejor dotados; pero también se observa que la selección de ellas que hacen de nosotros los hombres, esté incluida una situación económica suficiente o abundante para proteger mejor o influir con recursos al desarrollo de los hijos y prepararlos en los intricados laberintos de esta vida. Parece que Dios o la naturaleza dota a la mujer de una mejor programación anímica y mental para seleccionar a su parejas porque ahora, las mujeres incluyeron en su menú de cualidades  que deben estar presentes en el hombre a la cultura, el humor,  la ambición, el valor, la gracia y de mas cualidades de sus aspiraciones legítimas; lo que en realidad se torna imposible porque no hay un hombre que reúna las exigencias de los deseos legítimos y naturales de la mujer que le servirán para sobrevivir mejor.