Columna

"EL SILENCIO DE LAS SIRENAS"

KAFKA, LO CUENTA ASI.

POR CARMELO CORRIPIO PINEDA

"EL BUHO".

 

Es fiel reproducción de la interpretación que hace Kafka, de la narrativa de Homero; Respecto al pasaje de Ulises con las sirenas.

Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:

Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapo sus oídos con cera y se hizo encadenar al mártir de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos.

El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mártires y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se cambio por completo en aquel tapón de cera y el manejo de cadenas. Cantando con sus pequeños estratagemas, navegó en de las sirenas con inocente alegría.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: Su silencio no sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio, ningún sentimiento terreno puede equipararse a la variedad de haberlos vencido mediante sus propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando paso Ulises; Tal vez porque creyeron que aquel enemigo solo podía oírlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien solo pensaba en los tapones de cera y cadenas, los hizo olvidar toda canción.

Ulises no oyó el silencio, estaba convencido de que ellos cantaban, y que solo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que hacia sorda en torno a él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; Las sirenas esfumaron de su horizonte  personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas, y ellas más hermosas que nunca, se estiraban, se contorneaban. Desplegando sus húmedas cabelleras  al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan solo querían atrapar por un momento más el pulgar de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían perecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapo. La leyenda añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la muerte humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas, y tan solo representa tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

KAFKA.