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A 15 años de la tragedia de “Paulina”…

 

Laura Sánchez Granados

HURACAN PAULINA 

Eran las cinco y minutos de la mañana en Acapulco de aquel 8 de octubre de 1997, cuando llegó el Huracán “Paulina”. En esos momentos aún no sabíamos lo que pasaba. Se escuchaba una fuerte tormenta. Mi esposo recién operado, le habían quitado el talón, me pidió lo acompañara al baño. No encendí la luz y cuando bajé los pies la recámara estaba inundada; agua y lodo por todas partes. No se veía nada, pero el rugir del paso del agua era ensordecedor.

Por un lado un canal pluvial que pasa atrás de la casa y por otro la avenida que también se convirtió en un caudaloso río. En medio de la obscuridad comenzamos a escuchar gritos de auxilio, pero no podíamos ver nada, ni siquiera se podía salir…

 Las cifras oficiales refieren la muerte de alrededor de 400 personas y unas 300 desaparecidas. Se quedaron sin hogar 300 mil acapulqueños y los daños superaron los 7 mil millones de pesos. Se colocó Acapulco en el décimo lugar de desastres naturales más devastadores en la Historia de México, con vientos de hasta 215 kilómetros por hora.

En medio de la inundación subimos al techo en donde había unos cuartos en obra negra, llevé cobijas y una lámpara. Cuando comenzó el amanecer, no podíamos creer lo que teníamos frente a nuestros ojos: casas inundadas en su totalidad, solo se veían los techos, autos apilados unos sobre de otros que quedaban atorados en cualquier lugar a causa de la fuerte corriente.

Los cauces pluviales en Acapulco como el Río del Camarón se convirtieron en la tumba de muchas personas, decenas de casas de material caían como si fueran de naipes con familias enteras dentro de quienes nunca se volvió a saber, como los Zenteno. El único que se salvó fue un hijo que vivía fuera de Guerrero. Enormes rocas rodaban como si fueran pelotas arrasaban todo lo que había a su paso.

La Costera Miguel Alemán, la avenida más hermosa del puerto, estaba totalmente desconocida. Parecía una zona de guerra, total destrucción, regados muchos cuerpos ya sin vida. Nunca podré olvidar el cuerpo de un niño dentro de una hielera de plástico. Niños, niñas, jóvenes, hombres, mujeres de todas las edades, la muerte no respetó a nadie, fueron arrastrados y ahí terminó su mortal viaje.

En las partes más altas las corrientes llevaron en su macabro caminar los cuerpos de acapulqueños que se perdieron en el mar.

El Ejército fue el primer destacamento que se movilizó, tal vez ni siquiera sabían por dónde empezar. Rescataron a muchas personas con vida atrapadas en sus casas o en sus autos.

Muchos acapulqueños se unieron a las labores de rescate, primero los vivos y después recoger a los muertos.

Del gobierno municipal nada. Se dice que el alcalde y el secretario general, ambos responsables de la seguridad de los acapulqueños, estaban dormidos. El primero después de una larga fiesta, el segundo cómodamente en su casa, mientras Acapulco estaba destruido.

Hoy sabemos que la trayectoria de un huracán se puede ver y saber desde varios días de anticipación. Nunca el gobierno de Acapulco nos alertó sobre la magnitud del peligro que se avecinaba. El resultado político fue la destitución de Juan Salgado Tenorio, Presidente municipal, y de su Secretario General, orden directa del Presidente Ernesto Zedillo.