especial

MÚSICO Y MEDICO AUTODIDACTA

JESÚS ÁVILA MORALES

* Mas de 80 valses listos para ser grabados

 

Por: Glendobeth Gutiérrez Castrejón*

 

2012 08 07 Jesús Ávila Morales 1

El L.C. Glendobeth Gutiérrez Castrejón en la foto del recuerdo con el maestro Jesús Ávila Morales, en una de sus pláticas fraternas.

 

Sus hijos de mis bisabuelos Luis Castrejón Navarrete y Gudelia Ponce Ramírez solían narrarme reiteradamente muchos eventos maravillosas de nuestro querido pueblo Ayutla de los Libres, Guerrero, México; como aquellos en que la orquesta de los hermanos Ávila Villalobos, La Flor de la Costa Chica, estuvo por más de 50 años y tal vez también porque ahí trabajó el bisabuelo tocando el contrabajo de latón.

Me quedé con las ganas de conocer personalmente al jefe de los Ávila, don Jesús Ávila Villalobos, solamente lo hice a través de los gratos recuerdos que dejó entre mis paisanos, por lo que con mucho cariño escribí sobre él a inicios del presente año, pero eso sí, conocí al sucesor, Jesús Ávila Morales, su descendiente del primer matrimonio, con quien llegué a conversar por largas horas y como si fuésemos de la misma generación.

Un día caminaba por el Jardín de niños Justo Sierra, iba subiendo por la calle Independencia, ahí cruce palabra por primera vez con mi amigo don Isauro Ávila Agatón, medio hermano de Ávila Morales, como buen ciudadano andaba corrigiendo a unos chamacos que tiraban la basura en la calle, tuvimos un dialogo breve, quedamos que lo visitaría posteriormente y nos despedimos, de ahí caminé rumbo al hogar de quien hoy escribo.

Llegué a la vivienda indicada, leía uno de sus tantos libros de su pequeña biblioteca, toqué a la puerta, me invitó a pasar, nos sentamos e inicio una charla fluida, me conferenció datos interesantes, algunos que desconocía, otros que ya me habían platicado algunos adultos de Ayutla, estuvimos más de 5 horas sin parar, me levanté dándole las gracias por su tiempo y cuando estaba a punto de salir pregunto: ¿Y tu quien eres?, respondí con lujo de detalle, sonreímos y quedamos en seguirnos frecuentando.

El primer Jesús estudio solfeo de forma autodidacta, estaba bien empapado en esto, de tal suerte que a su descendiente y tocayo lo empezó a instruir desde pequeño con una rigidez que los 7 años ya sabía solfeo y tocaba el violín de ¾. Todos los integrantes de su orquesta debían andar limpios, sobrios, estudiar y estar atentos a las indicaciones, pues el músico mayor tenía un oído tan fino que cuando alguien se equivocaba, además de darle su regañada, le propinaba su jalón de cabellos y hasta un varazo, de ahí porque a todos sus músicos les decían los hijos de Chu Ávila; fue esta disciplina lo que le dio a la orquesta un temple y reputación fina.

Por los años 30´s los mayores abrieron las puertas a sus descendientes para formar parte de “La Flor de la Costa Chica”, tal es el caso de Isauro Ávila Agatón, Antonio Ávila Rendón, Luis Ávila Rendón y Jesús Ávila Morales que tenía 13 años de edad. Estos muchachitos sintieron el rigor de “tata Chu” el músico más grande que enalteció el respeto por la música con la orquesta que fue capaz de sostener por arriba de 50 años.

Curiosamente cuando el motivo de esta nota era pequeño, el sacerdote Emilio Vázquez Jiménez llegó de visita donde su padre diciéndole había compuesto una chilena y le daría la letra con la música, más como el dueño de la orquesta tenía las manos sucias tras haber estado en su herrería elaborando machetes de cinta, mandó al pequeño Jesús por un cuaderno pautado y lápiz, precisando escribiera en la parte superior del papel: La Sanmarqueña, el autor: el Padre Emilio Vázquez Jiménez y Chilena.

Entonces surgió un dialogo entre los dos mayores:

— ¿Quién va escribirla?

— Éste, porque yo tengo las manos sucias.

— ¿Este chamaco?

— Sí, la va escribir él.

— Este no va a poder.

— Pues hay verá usted si va a poder no.

— Pues vamos a ver.

Antes de iniciar con el dictado el pequeño de 11 o 12 años preguntó si se la iba a tararear o a silbar, así como si deseaba la anotara en algún tono especial o en el tono que la escuchara del señor Vázquez, una vez concluido el dictado en “Mi menor” fue revisado por el autor que regresaba a ver al niño expresando al papá: “Oye, tú, Chú, éste chamaco puede escribir”, la solfeó y la medio cantó diciendo al pequeño: a ver solféala tú, y remató: “está perfecto”.

Así fue como La Sanmarqueña quedó con los Ávila, la melodía que hoy día es reconocida internacionalmente y cuya musa Rosa Baltazar, era quien atendía al sacerdote en algunos quehaceres de la casa, así que no fue inspirada por Eleuteria Genchi, La Comachi, como algunos lo han divulgado. Esto se mantuvo en secreto por petición del presbítero, quien pidió que si se divulgaba esto, fuera hasta después de su muerte.

Y para quienes piensen que José Agustín Ramírez es el compositor, están en un error, resulta cuando la melodía era famosa, Gaudencio Guerrero, de San Marcos, Guerrero; salió del Hotel Washington, a comprar unos licores para unas visitas que tenía en su cuarto, abajo se encontró al párroco a quien invitó lo acompañara y cuando al fin lo convenció subieron, Guerrero le dijo a Ramírez: “…Agustín, te voy a presentar al autor de la chilena La Sanmarqueña”, él se apenó, el autor legitimo dijo: déjela así, con su nombre, yo soy sacerdote, a mi no me interesa que usted la haya registrado con sus generales.

Aquella legendaria organización musical que estuvo viva por más de 5 décadas fue autora de muchas historias, principalmente de amor, pero cierta vez sufrió la arbitrariedad del ejecutivo municipal que mandó a encerrarla por sus pantalones, la gente se movilizó en el pueblo, en Chilpancingo hicieron lo propio don Joaquín García, Antonio I. Delgado, Moisés Parra y otros conocidos del maestro Ávila, a los 20 días el alcalde fue desaforado por haber consentido fuera a barandilla el músico Isauro Ávila, un niño de 13 años.

Al Jesús que traté, sus conocimientos musicales le fueron tomados en cuenta para que impartiera clases de educación artística en la Escuela Secundaria Plan de Ayutla de nuestro pueblo, donde fortaleció lazos de amistad con el célebre maestro de taquimecanografía Delfino Pacheco Ortíz, más como le faltaban los documentos oficiales que avalaran sus vastos conocimientos musicales, el director de la secundaria vendía sus horas a otros maestros, por lo que se vio en la necesidad de irse al Conservatorio, a la ciudad de México.

Para tal cometido dejó un poquito de dinero a su compañera sentimental con quien tenía un pequeño, se fue a la capital del país con otro tantito, llevaba en mente que en la mañana comería un pan con agua y en la tarde repetiría lo mismo, según sus cálculos así la pasaría al menos el primer año, cuando estuvo en el conservatorio, la escuela máxima de estudios musicales de la nación, vio a las personas que llegaban bien trajeadas, en buenos automóviles tanto hombres como mujeres, desde jóvenes hasta adultos, en un principio quiso regresarse al pueblo, más decidió probar.

Su primera clase la sintió sencilla pues ya conocía lo que ahí le estaban “enseñando”, los maestros y compañeros de clase notaron su genialidad auditiva e instrumentativa, uno de sus condiscípulos iba de Zihuatanejo, dijo conocerlo y le pidió junto con otros camaradas lo ayudara a entender las clases, a realizar algunos copiados como encuadernaciones musicales y como los apoyó le correspondieron invitándole de vez en cuando un taquito. Inclusive llego a irse a dormir a casa de los maestros pues los socorría en los talleres que llegaban a concluir hasta las nueve de la noche, pasado los 7 años regresó a la secundaria.

Duró 30 años en la Secundaria, se jubiló en 1980, ahí figuró por ser uno de los mentores más serios, además de ser maestro de música se daba tiempo para en su clase hacerla de prefecto vigilando que los jovencitos estuvieran impecables, que no tuvieran uñas de luto, que portaran correctamente la cuartelera con los zapatos limpios, por eso algunos alumnos lo llamaban Chu coraje, pero con el tiempo reconocieron eso les sirvió de mucho, tal es el caso de un coronel que afirma gracias a esa disciplina, nunca le llamaron la atención en el Colegio Militar.

Posteriormente formaron con sus primos hermanos un grupo musical, tenían bastante trabajo pues los llamaban de muchas partes, después desertó su hermano Isauro, enseguida él y con el tiempo el grupo se desintegró. Pasaron unos añitos, formó otra organización “Chu Ávila y su grupo”, pero también dejó de funcionar, las razones, ellos las saben.

Así como tuvo el don para instruir a sus compañeros en la orquesta, los grupos musicales, sus alumnos de la secundaria, también le caracterizó el timbre mágico que se necesita para trabajar con los pequeños en el Jardín de Niños Fermina V. de Leyva, de la cabecera ayutlense. Fue muy virtuoso, dominaba la trompeta, guitarra, contrabajo, piano, entre otros instrumentos musicales.

Cierta ocasión estando en México, el señor Ignacio Delgado lo llevó a una cantina en donde se vieron con Álvaro Carrillo, el autor de “El andariego” y “Sabor a mí”, el oaxaqueño le confesó que de algunas melodías compuestas por Ávila Morales, se había inspirado para componer algunas canciones exitosas, ahí mismo le reveló que era de Soto, Oaxaca y que se crió en Ometepec.

Si esto les parece poco, les diré que así como su hermano Isauro estudió de forma autodidacta la medicina animal, Jesús lo hizo con la medicina humana, siempre fue un amante de la lectura y en aquellos ayeres cuando se carecía de médicos en el pueblo, a él acudían principalmente nuestros hermanos indígenas, hubo una buena temporada en que llevaba en la bolsa de su pantalón un estuche que contenía una jeringa para ser utilizada cuando la gente se lo pidiera, antes de usarla la hervía, pues así se acostumbraba en aquellos tiempos; fue realmente un medico del pueblo.

Para quienes digan porque no retomó la gran orquesta, él mismo se lo reprochó muchas veces, una vez me dijo: “El tiempo me ganó y nunca lo hice”, para mí que si quiso hacerlo pero lo absorbieron las clases frente a grupo y la carestía de músicos dispuestos a darle el respeto debido a la música, pues para lograr el renacimiento se necesitaban gentes humildes de corazón, puntuales, disciplinadas, atentas, comprometidas, dispuestas a acatar las indicaciones de un solo general, la mayoría pretendió la mesa puesta, el proyecto se truncó. El solfeo esta expirando en Ayutla, de los buenos, solamente queda don Isauro.

Chu Ávila se nos fue de este mundo el jueves 02 de agosto del 2012, estaba próximo a cumplir 95 años de edad, pues nació el 10 de agosto de 1917, año en el que la virgen se le apareció a los pastorcitos Lucia, Francisco y Jacinta, en las colinas de Cova da Iria o Ensenada de Irene, a darles algunas enseñanzas y pruebas de amor a la humanidad, precisamente cuando la Primera Guerra Mundial hacía estragos en Europa, sucedieron muchos milagros y la movilización armada concluyó.

Ha partido a la otra vida quien tocaba: música sacra, música clásica, opera, oberturas italianas, marchas, pasos dobles, boleros, danzones, chilenas, valses, huarachas, swiness, jazz. El que con la orquesta y otros grupos musicales tocaba en bautizos, quince años, bodas, cumpleaños, en los festejos del ayuntamiento de Ayutla, en los festejos del 5 de mayo, 15 y 16 de septiembre, 20 de noviembre, 24 de diciembre, el que amenizó en el baile del Primer Centenario del inicio de la Revolución de Ayutla, movimiento revolucionario que derrocó a Antonio López de Santa Anna.

Se encuentra en la eternidad el que a lomo de bestia en la época de oro de la orquesta (1920 a 1960) se transportaba a cumplir contratos a los centros nocturnos y la quebrada del puerto de Acapulco y a otros lugares como Chilpancingo, Tlapa, Chilapa, Tixtla, Ometepec, San Luis Acatlán, Azoyú, Copala, Tecoanapa, Tierra Colorada, El treinta, Xaltianguis, Iguala, destacando las bodas de alcurnia de Cruz Grande, Las Vigas, Copala, Marquelia y San Marcos.

Se fue el niño prodigo, el catedrático de las escuelas, el maestro de músicos, el director de grupos musicales, el instrumentista, armonizador, contrapuntista, el autor de valses, himnos, marchas, boleros, chachachás, danzones, misas, letanías, misterios y otras melodías de amor, el doctor del pueblo, el prestigioso amigo Chu Ávila. Ya veremos si alguien se anima a grabar sus armonías, en especial aquellos a quienes les compuso algún vals, respetando sus derechos de autor.

A nuestro amigo Chu le sobrevive su compañera sentimental la señora Leandra Gatica Benítez, con quien fue muy feliz al lado de una niña y un pequeño de nombre Jesús Ávila, quien está avanzado en el solfeo de los solfeos y toca el piano, ojalá y retome los trabajos de sus mayores para que esta gran tradición musical continué en el pueblo y que las autoridades locales hagan lo propio para impulsarle.

Sirva el presente como un homenaje póstumo para mi querido amigo Jesús Ávila Morales, ojalá Dios le tome en cuenta sus muchos aciertos, roguemos por su alma. Que en paz descanse. Así sea.

*glendobeth@hotmail.com