Historias de la vida real…

Francisca, víctima de explotación sexual

*Buscando una oportunidad de estudiar, cayó en manos de una tía que la prostituyó

*Ahora, sólo quiere olvidar y estudiar para ser alguien en la vida, relata

 

Gilberto Guzmán

En el pequeño cuarto que renta Francisca, como fondo de la charla, se escucha una canción, es “Mujeres”, del cantante guatemalteco Ricardo Arjona, “es mi favorito”, dice, mientras comienza a relatar la forma en que fue víctima de explotación secxual por parte de una de sus tías, a la que, asegura, no le guarda rencor porque será Dios quien decida qué hacer con ella.

“Yo nací en Cruz Grande, tengo 26 años, estoy por terminar la Preparatoria abierta, porque no me quiero quedar así, de ignorante, quiero poder trabajar y exigir un buen salario, no ganar las miserias que la gente te paga por matarte todo el día…”, comparte.

La vida de Francisca es difícil, según lo que cuenta. Sin embargo, antes fue peor, porque tuvo que depender de la prostitución para poder subsistir, y si a eso se le suma que fue de manera involuntaria, no hay que esforzarse demasiado para comprender la magnitud de su historia.

En busca de estudios

A la edad de 14 años, cuando estaba en segundo de secundaria, una tía se la llevó de Cruz Grande a Tierra Colorada (Juan R. Escudero), le ofreció que viviría con ella y le ayudaría con algunos quehaceres de la casa y en su puesto de verduras, a cambio de que le diera techo, comida, y la ayudara a seguir estudiando y terminara la secundaria.

Y así pasó el primer año, en el que Francisca se tuvo que adaptar de la vida al lado de sus padres, él campesino y ella empleada doméstica, para comenzar a trabajar por su cuenta, pues aunque vivía con su tía, tenía que ganarse la comida y el dinero para su recreo.

Aún así, recuerda que el primer año fue bueno, pues doña Teresa tenía ciertas consideraciones con ella. Como no había tenido hijas, solamente dos hijos varones que para entonces ya se habían casado, le permitía ver televisión y salir con sus amigas.

Ya en el segundo año, Teresa fue cambiando la actitud hacia su sobrina. Se volvió hostil, igual que el trato que comenzó a darle. No le permitía ver televisión, le dijo que eso le quitaba tiempo y que le era más útil “con la escoba en una mano y los trastes en la otra”, y que mejor se dedicara a estudiar, porque mandarla a la escuela le salía caro y no quería que su dinero estuviera mal invertido.

-Y tú, ¿qué hacías?

-Pues me tenía que aguantar. Ni modo de regresarme a mi casa, si mis papás estaban contentos con que yo estuviera aquí, porque era un gasto menos para ellos, y porque ellos tenían la idea de que yo estaba bien con mi tía. Tampoco les podía decir que ya no me estaba gustando seguir acá, porque me hubiera ido mal a mí, ellos hubieran dicho que lo hacía por rebelde, por eso me quedé callada.

-¿Qué pasó después?

-Yo tenía 16 años y terminé la secundaria pero ya no pude entrar ese año a la prepa. Mi tía me dijo que estaba enferma y que ya no podía atender el puesto si no estaba yo con ella todo el día, así que no podría estudiar. Yo le dije que si podía estudiar la preparatoria abierta sábados y domingos, y tampoco quiso.

Entonces, ese año ya no estudié, porque ella sufría de presión alta y como se enfermaba muy seguido, yo tenía que cuidarla a ella y atender el puesto de verduras. Fue un año que perdí, no estudié.

-¿No pudiste estudiar la prepa, entonces?

-Cuando cumplí 17 entré a estudiar, ahí mismo en Tierra Colorada, pero como a los cuatro meses me salí porque mi tía volvió a sentirse mal, y ahora era peor, me regañaba, me insultaba, me decía que era una carga para ella y me corría. Y cuando yo estaba a punto de regresarme con mis papás, o irme a otro lado para no llegar a ser una carga para ellos, me decía que la disculpara, que su enfermedad la hacía ponerse mal, y por eso ya no me iba.

La prostitución

-¿Cómo fue que te empezaste a prostituir?, le pregunté.

-Como te comento, yo tenía 17 años. De hecho los acababa de cumplir, y mi tía me comenzó a decir que iba a quitar su puesto de verduras, porque ya no le daba a ganar, pero que podía seguir viviendo en su casa si buscaba trabajo. Me dijo que me iba a recomendar con una vecina que tenía una cantina y que ahí podía ayudarle como mesera.

Pero yo le dije que no me gustaba eso, que los borrachos me iban a faltar al respeto, y que no quería. Ella me insistió en que le podía ayudar desde las dos de la tarde hasta las 9 ó 10 de la noche, que podía ir a la escuela en la mañana y cuando no tuviera mucho trabajo hacer la tarea.

-Pero, dices que te habías salido de la preparatoria…

-Sí, eso le dije a mi tía, que no había problema si buscaba un trabajo donde entrara desde la mañana, porque de todos modos ya me había salido de la escuela, y que no podía recuperar las clases perdidas si volvía a entrar…

-Y, ¿qué te respondió?

-Me dijo: ‘entonces mejor, sirve que en la mañana me ayudas con el quehacer de la casa, pero no me hagas quedar mal, porque ya apalabré con María que vas a trabajar con ella’. María era la dueña de la cantina.

-Y así comenzaste a trabajar ahí…

-Sí, ya te imaginarás lo difícil que fue para mí, yo venía de un pueblo y vivir todo lo que me pasó con mi tía fue muy duro, pero más duro sufrir faltas de respeto de los borrachos, que me quisieran andar manoseando, y hasta me jalonearan o empujaran porque yo no permitía que me abrazaran o me manosearan.

Lo peor fue cuando doña María me dijo que si quería ganar más tenía que dar otros servicios a los clientes, como tomarme una cerveza con ellos o bailar, y que ya le había pedido permiso a mi tía para que lo hiciera, por lo que no podía negarme.

-Ese fue el inicio de todo…

-Sí, y después me dijo que los clientes le pedían que yo me acostara con ellos, porque las muchachas que trabajaban ya no les gustaban y querían “carne nueva”, o de lo contrario se irían a beber a otros lugares donde les dieran un mejor servicio.

Entonces, doña María me dijo que no tuviera miedo, que tener relaciones era lo más natural del mundo, y que me fijara en las otras muchachas, que andaban “bien vestiditas y perfumaditas”, porque se portaban bien con los clientes.

-Disculpa la pregunta, ¿tú ya habías tenido relaciones?

-No, yo tuve un novio ahí mismo en Tierra Colorada, pero por más que me insistió yo no permití que tuviéramos relaciones.

Por eso la primera vez que estuve con alguien me dolió muchísimo. Era un tipo borracho y muy agresivo, que cuando se fijó que yo había sangrado, me dio un empujón diciéndome que era una cochina porque estaba reglando y no le había dicho.

-¿Cuánto tiempo estuviste en esa situación?

-Como seis meses, porque cuando mi mamá se enteró que yo trabajaba en eso, me vino a traer, me golpeó diciéndome que yo era una cualquiera, que seguramente era por gusto, y no me creyó que mi tía me había obligado.

Después, me enteré que una parte de mi salario la recibía mi tía, me explotaba, y tampoco lo creyeron mis papás.

No guardo rencor

Francisca estuvo tres años más en Cruz Grande, pero los malos tratos de sus padres la hicieron salirse a trabajar al puerto de Acapulco, donde tenía una amiga que le ofreció ayudarle a buscar trabajo como empleada doméstica, y así pasaron tres años más, hasta que llegó a Chilpancingo a trabajar como asistente de limpieza en una oficina y retomó sus estudios de preparatoria en el sistema abierto.

Dice que le gustaría estudiar Derecho, para ayudarle a defenderse a los que menos tienen.

Hace un año, se enteró que su tía falleció.

-¿Qué sentimiento tienes para ella?

-Nada, yo no le guardo rencor, a pesar de lo que me hizo sufrir, yo sé que Dios es quien decide darle a cada persona lo que se merece, si a mí me tocó vivir esto, él sabrá por qué, a lo mejor porque guarda algo mejor para mí.