Historias

Historias del crimen organizado

Taxistas, el blanco de la delincuencia… 

* Pancho, nadie se explica porqué lo mataron…

 

Gilberto Guzmán

 

taxischet“Cuando abrí la puerta ahí estaba él, mi Pancho, con la cabeza despedazada, el rostro desfigurado a balazos, en un charco de sangre…”. El relato de la señora, de unos 55 años de edad, solamente se ve interrumpido por los sollozos que le causan los recuerdos de su hijo taxista, asesinado hace año y medio en una localidad serrana del estado de Guerrero.

En la sala de su casa, que por la apariencia denota ser propiedad de una familia de ingresos medios, doña Clara narra la experiencia amarga que le arrancó la alegría porque perdió al único hijo varón. Viuda, le sobreviven cuatro hijas, todas ya con una vida hecha.

Francisco tenía 28 años de edad hace tres años, cuando se metió a trabajar de taxista, por recomendación de un amigo de la infancia. Fue el tercero de 5 hijos que la señora procreó con su esposo, también de nombre Francisco, fallecido hace cinco años, víctima de un cáncer en el hígado que no fue atendido a tiempo y tuvo un desenlace fatal.

Desde entonces, diariamente, salía a ruletear su taxi. Lo hacía con la idea de poder vivir tranquilamente con su familia, se acababa de casar y estaba a punto de nacer su primer bebé, al que llamó como él y como su abuelo, como para seguir con una tradición impuesta apenas una generación antes que él, por el patriarca.

“Mi hijo nunca tuvo problemas. Siempre fue un hombre tranquilo, su padre así se lo enseñó. No se metía con nadie, con nadie, pero me lo mataron como si algo debiera, es lo que nunca me he podido explicar”.

Quienes conocieron a Pancho coinciden en respaldar las afirmaciones de su madre. Lo recuerdan como un buen tipo, que sabía ser amigo y no guardaba rencores, aunque alguien lo ofendiera o le retara a riñas callejeras, como se estilan en algunas poblaciones guerrerenses, donde es común encontrar a hombres con pistola fajada al cinto a plena luz del día.

“El cuate era tranquilo. Es más, ni siquiera le entraba a la bebida, se echaba unas dos o tres (cervezas), cada quince días, y pasado eso se iba tranquilo. Prefería estar en su casa, eso nos decía”, comenta uno de sus amigos, al que sólo se le menciona como Ray.

Dijo que él tuvo que ayudar a levantar el cadáver, porque el Comisario del lugar se encontraba ese día realizando unos trámites en la cabecera municipal, a dos horas del pueblo, y no quisieron dejarlo desangrándose sobre la tierra.

“Los narcos matan a los hombres como si fueran perros”, habría dicho casi tres años después el Ray.

 Mala suerte…

Era una mañana calurosa en el pueblo. Doña Clara seguía desesperada por no saber nada de su hijo, que debió haber llegado desde la tarde anterior. Era sábado y ese era el día en que descansaba por la mañana para en la tarde incorporarse de nuevo a la ruleteada.

Había avisado a sus familiares cercanos, todos habían pasado la noche con ella, pero al amanecer cada uno había retomado sus propias actividades, y sólo quedaban en la casa de Francisco una sobrina que le acompañaba desde hace tiempo, porque es de una comunidad más alejada de la cabecera municipal y le convenía estar con ella para ir a trabajar.

“Estoy preocupada, mi hijo nunca se va de parranda. Tengo miedo que le hayan hecho algo, así como están las cosas”, se lamentaba doña Clara.

Como a las 8 de la mañana se escuchó el motor de un carro que se dio la vuelta de manera brusca frente a la casa. Era una camioneta de donde arrojaron al taxista, con la cabeza molida a tiros, desangrándose, como si lo hubieran acabado de matar.

“Es la fecha que no comprendo tanta violencia, tanto odio. Si alguien me diera una sola razón de porqué mataron a mi hijo, quizá encontraría con más facilidad la resignación, pero nadie sabe nada. Él no estaba en las drogas, no peleaba con nadie, yo no sé si por asuntos de faldas le pasó esto, o tuvo la mala suerte de ser asesinado como los muchos taxistas que han sido asesinados en muchos lugares del estado”.

 30 ruleteros asesinados

 De acuerdo con información de los propios taxistas organizados en el municipio de Atoyac de Alvarez, de 6 años a la fecha han sido asesinados de diferentes comunidades del municipio, sin que se sepa a ciencia cierta la causa de los crímenes.

“¿Cómo crees que nos sentimos al salir a trabajar y pensar que quizá no volvamos a casa? A los compas los han matado de diferentes formas, a unos con saña, sin que se sepa que hayan tenido algo que ver con la delincuencia, y a veces solamente es por asaltarlos, por quitarles cuando mucho unos 500 ó 1000 pesos, porque aquí no sale para más”, se lamenta don José, quien dice tener en el oficio más de 10 años.

Los demás no quieren hablar, tienen miedo.

“Le hemos pedido a las autoridades más seguridad, pero no han podido parar esta situación que a todos nos tiene espantados. Están matando a los compañeros, sólo se acuerda el gobierno cuando hay otro muertito y entonces dicen que van a trabajar en dar mayor seguridad, pero es mentira, no hacen nada”, comenta el ruletero.

Recuerda el reciente caso de un taxista que fue herido de bala por unos pasajeros la semana pasada, cuando intentaron asaltarlo, “no hay garantías para poder trabajar y no sentir temor”, señala.

De Atoyac a San Jerónimo o a la primera comunidad de la sierra, son escasos 15 minutos, pero a lo largo de esos trayectos han sido tirados los cadáveres de trabajadores del volante que forman parte de la lista negra de asesinados.

Ellos, se quejan, no han sido escuchados por las autoridades municipales y menos las estatales, que siguen viendo cómo crece la lista de muertos, sin que se tome alguna medida para evitar más homicidios.

“El gobierno siempre se va a querer lavar las manos diciendo que seguramente son asuntos del narco, pero sabemos que la mayoría de nuestros compañeros eran personas honestas, de otros tampoco vamos a meter las manos al fuego, pero que no nos digan que son cosas de los narcos”, pide el taxista.

“¿Qué más podemos hacer, si no es que salir a trabajar con miedo? Y si en cualquier momento nos matan, ¿quién va a responder?... nadie”.