Abrevando

José Antonio Lavín Reyna
“La lengua es acusador fiel de los hombres llenos de vana soberbia”: Esquilo.

En México, la impunidad sigue siendo un delito sin castigo.
Si bien la impunidad es por definición un término referido a no castigar a quien o quienes cometen una falta, es tanta su incidencia que en sí ya debe considerarse imputable a quienes solapan o consienten el mal gemelo de la corrupción.
Tal como se presenta en la actualidad, poco se hace para minimizarla. Los conocedores del derecho (ni tan derecho) pueden considerar esta opinión como incongruencia pues se trataría de castigar  faltas, errores u omisiones cometidas por quienes  la estimulan al no aplicar la ley, liberando a transgresores de responder de sus faltas. No tenemos hasta ahora nada enfocado a tratar la impunidad con seriedad, aunque es grave por el engaño, burla, desilusión, desconfianza y frustraciones que acarrea.
La corrupción es práctica sistematizada, con rango cultural asignado por el presidente Enrique Peña Nieto; todo lo envuelve, con referencias constantes a funcionarios y políticos en búsqueda del poder y relaciones que contribuyan a ese propósito.
No hay excepciones en el sector privado; abunda gente con influencia que viola leyes y compromisos. Pongamos por ejemplo a los concesionarios de servicios, transporte,  basura, y en general las adjudicaciones del Estado a particulares con los que suscribe acuerdos que llevan implícita la impunidad pues no hay manera de que asuman responsabilidad.
Robar bienes como la electricidad, gasolina, no pagar agua consumida, vandalismo… son prácticas revestidas de impunidad ubicadas al lado de la sociedad. En lo penal, basta mencionar un terrible porcentaje: 98% de acciones criminales quedan impunes.
La impunidad, al lado de la corrupción, es la peor enfermedad que padece el sistema y se ha desarrollado lo suficiente para aproximarnos a la anarquía y olvidar la existencia de leyes y órganos jurídicos encargados de aplicarlas.
Muy retirados andamos de la anhelada justicia pues las reglas que se nos imponen no son cumplidas por los vericuetos y contradicciones de las propias leyes burladas por errores jurídicos, amparos, interpretaciones, procesos interminables o arreglos oscuros, principales propiciadores de la impunidad, dicho esto con suavidad para no lastimar la susceptibilidad de jueces y demás comprometidos con la justicia. No hay sanción para alcaldes, gobernadores,  legisladores… que comienzan violando el trillado juramento de “cumplir y hacer cumplir las leyes…” en actos solemnes que más tiempo toman en la formalidad y el protocolo que en desaparecer de la práctica diaria de sus funciones. Este juramento, obliga y compromete, y levante la mano quien lo cumpla.
Quienes hacen las leyes federales y locales están en los congresos respectivos cuyo sostenimiento cuantificado en millones de pesos tanto en sueldos como prestaciones y dietas son carga para los ciudadanos.
Los legisladores se ocupan de emitir, derogar, reformar o adicionar normas y decretos pero no ven su inutilidad al no respetarse la obligatoriedad de cumplimiento sin excepciones lo que perjudica la buena relación social. Ciertamente, no es función del Legislativo vigilar que el Judicial haga efectivas sus emisiones normativas.
Es tiempo de poner control a este  mal que demerita, humilla y desespera. Sin delito no hay pena o viceversa, y si la impunidad no es delito no hay castigo, por tanto seguiremos sufriendo la burla de tantos sinvergüenzas de altura o gente ladrona y criminal con sus efectos lesivos para una sociedad inmersa en todo tipo de faltas que se cometen en la seguridad de no ser castigadas. Aceptándose que todos debemos aportar, la mejor forma es atacar la corrupción, pero ¿cuándo empezamos?
Se ve muy difícil,  ya ven que se dice que si los dinosaurios fueran mexicanos, votarían por el meteorito.
Algo Más…
Lamentable que los que nos gobiernan, alquilen o cedan espacios de la población en general. Un ejemplo: la colocación de un espectacular de 15 mts2, exactamente frente a una réplica del acueducto con fuente que se erigió con la finalidad de señalar que por ese sitio pasaba ese ducto, el cual se apoyaba y protegía con árboles de amate, cuya función era trasportar agua desde la parte alta del cerro de la Burócrata al centro de la villa de Iguala. En un afán mercantilista y con la decidida intervención del regidor priista de Obras Públicas, se ha otorgado el permiso correspondiente. Por cierto, dicho regidor tuvo mucho que ver en que se compraran las lámparas chinas de mala calidad que se colocaron y sustituyeron a las que estaban funcionando, lámparas que no tienen la capacidad de iluminar las calles. Lo peor de todo, ningún regidor, se atreve a denunciar estas anomalías, por miedo a perder sus canonjías. No les importa que el patrimonio del pueblo se dilapide.
Qué decir del silencio cómplice del primer edil ante los actos de extorsión que cometen tanto los motociclistas de Tránsito, como los agentes de Transportes, en contra de los pequeños agricultores, comerciantes y productores que osan entrar a Iguala con sus vehículos para vender sus mercancías, sin olvidar que esos actos también se comenten contra los vehículos de carga que lamentablemente tienen que descargar sus productos a los negocios de la ciudad, situación que la CANACO también solapa al no exigir se detenga esta vil acción.
Al igual de los operativos contra los malos ciudadanos que circulan en motocicleta, que no van dirigidos contra los que manejan de manera grosera e incorrecta, sino contra los que no llevan documento alguno y sin casco, la mayor ganancia de estos operativos se la llevan los señores propietarios de las grúas, que cobran lo que quieren y sin emitir ningún comprobante fiscal. Tovar las remitía al Palacio, así la ganancia quedaba en casa.
CCCXVII.- La página de transparencia del municipio de Iguala sólo maneja nombre del puesto y sueldo del cuerpo edilicio, nada sobre los que cobran y viven de la nómina municipal.

Por cierto, los vehículos oficiales son ocupados de manera particular. La persona que ocupa la Oficialía Mayor, tiene vehículo a su disposición, la llevan y la traen de su casa a la oficina, a las compras de la despensa al igual que recoger al hijo de la escuela. Algunos directores tienen chofer a su disposición, también gasolina y viáticos. No se detiene el círculo vicioso de la corrupción e impunidad. Hasta la vista.