Abrevando

José Antonio Lavín Reyna
“La verdad no es usualmente compleja. Lo que se hace complejo es evadir la verdad”: Thomas Sowell

La realidad agobia nuestro desarrollo.
Quisiera ser demasiado optimista, pero en demasía, para poder compartir que Iguala es una ciudad que le pudiera ofrecer a las generaciones que vienen un no sé qué provoca sonrisas de nervios, y es que tenemos que las futuras generaciones deberán de dejar de ser pretendientes para ser contendientes, deben dejar de lado la indolencia y tratar de ser parte de una de las más talentosas oleadas de mexicanos, que se atreven, que cuestionan, que desnudan las mentiras. Son generaciones que no deben de refugiarse en la cómoda vida de ser NINIS.
El Iguala actual no es la potencia de los años 50 y 60,  un lugar sumamente comercial que permitió un desarrollo social traducido en calidad de vida, gozo de la peculiaridad de ser en ese entonces la única zona de acceso a Guerrero, ahora es una ciudad que  debe solventar y modernizar su infraestructura para hacerla una mejor ciudad y pudiera tener competitividad.
Debe la sociedad civil tratar de generar una mentalidad de mayor profundidad, no más de esa que vende el “échale ganitas” o “vamos a ver qué sale”. La sociedad está muy lastimada por la violencia, la inseguridad y el desánimo de percibir que solo se favorece a unos cuantos. Debemos de trabajar para que los jóvenes aprendan a planear mejor y a practicar menos la procrastinación, deben construir un sector económico sumamente dinámico, que innove, menos “chambismo”, más emprendimiento.
Los estudiosos reiteran que el presente es el resultado de la suma de nuestras acciones, de los errores y de los aciertos de los individuos que conformamos nuestra sociedad, es la forma en la que vemos la vida, de cómo la percibimos, es el reflejo de lo que nos mueve, es la ruta que queremos seguir para evolucionar como comunidad o degradarnos lentamente hasta estancarnos en una sociedad que deja de crecer, que se rinde ante la falta de oportunidades y que por ende queda a deberle a las generaciones por venir, es por ello que somos lo que hacemos y lo que dejamos de hacer.
Si creemos que nuestro esfuerzo debe sumarse al de los demás, si nuestros hijos tendrán las oportunidades que estén en mí y en usted construir, si creemos que construir una mejor comunidad pasa a través de la verdad, de la justicia, de la equidad, de la belleza y de la razón, entonces debemos hacer de ellas el común denominador de nuestras acciones, tan simple y sencillo como ello para que el trabajo individual se sume colectivamente y con ello la vertebración social privilegie las oportunidades para construir un mejor presente que resulte en un futuro generoso para todos, que privilegie el esfuerzo individual y reconozca su resultado en la colectividad social, pero para ello es fundamental erradicar a la corrupción de nuestra cotidianidad.
A grandes males, grande remedios; debemos ser nosotros los que provoquemos a través de un cambio de paradigma su erradicación, debemos de dejar de ser simples espectadores para convertirnos en los agentes que provoquen la solución, decidámonos a romper con el sistema que tanto ha beneficiado a partidos y a políticos; el razonamiento es muy sencillo: si todo sigue como hasta la fecha los grandes ganadores de la corrupción son los partidos políticos y los profesionales que viven de ella, por el contrario, si decidimos erradicarla, los grandes perdedores serán ellos mismos. ¿Quién tiene, entonces, que impulsar su combate? ¿Nos ha quedado claro? o ¿Seguiremos esperando que por generación espontánea la misma sea erradicada por mandato divino? Somos lo que hacemos, de verdad, ¿queremos seguir haciendo lo mismo?
Algo Más…
Los países en pleno desarrollo ya tienen su visión para el 2050. Una pregunta tan compleja porque se quiere mucho para la ciudad, pero los vacíos son tan grandes que el proceso de construcción puede incluso ser doloroso.
Desalentar la corrupción a todos los niveles, maldita la frase “el que no transa no avanza”, sinónimo de la mediocridad de las mentes pequeñas con bolsillos gigantes producto del poco respeto a la integridad de los demás.
Cambiar la percepción de gobiernos ineficientes, con doble cara y que en general son cortoplacistas. Los gobiernos necesitan darle la vuelta comunicando de forma efectiva las virtudes, provocar adeptos y no divisiones, ya que seguramente se hacen cosas extraordinarias, pero hoy están terriblemente mal comunicadas. Merecemos gobiernos que dejen de pensar en proyectos personales, intereses grupales, atisbos paranoicos.
La sociedad debe plantar la semilla de un nuevo devenir, para que en el tiempo sea nuestra la niñez la que coseche con abundancia. Lástima que en Guerrero y en Iguala no podamos soñar y  poder decir “nunca un guerrerense o igualteco contra otro guerrerense o igualteco”.

CCCX.- Lamentablemente, Guerrero no avanza. Sus rubros de transparencia, seguridad y empleo remunerativo, no empleos de fin de semana o mal pagados, otorgamiento de servicios de calidad en educación y salud. La corrupción sigue incrustada en la vida política, la cual se enmarca con la colocación de familiares directos en puestos claves, en ejecutar obras con empresas sexenales y en tratar de apagar la realidad a través de las gacetillas de los medios cooptados. Hasta la próxima.