Abrevando Por José Antonio Lavín Reyna

Abrevando
José Antonio Lavín Reyna

 “Aunque nos olvidemos de olvidar, seguro que el recuerdo nos olvida”: Mario Benedetti

La verdad y la política no se llevan.

Una cosa es ser ganador y otra cosa es ser líder, no siempre quien gana una competencia se puede llamar así. Si lo aplicamos a la vida política esto cobra más sentido pues generalmente quienes ganan una elección son los que superan la técnica y la grilla que casi siempre viene acompañada de opacidad y traición, en política no precisamente ganan los íntegros, los transparentes, los preparados, los capacitados, los aptos, los honestos. Y ahora resulta que Esteban Albarrán dice que no puede desobedecer la Ley, ¿Cuál?, bien podría tomar posesión y pedir de inmediato licencia al cargo, pero no, mejor huye de la responsabilidad de manejar un municipio en decadencia y múltiples problemas, pero que si deja mucho dinero a los que lo gobiernan, hasta residencia nueva en el Fraccionamiento San Ángel, pero en fin, ya se va y nada bueno deja, lejos el desarrollo y más lejos la transparencia, aunque sabe y confía que el pueblo olvida y de nuevo volverá a buscar el voto, Al tiempo. Nunca tuvimos líder.
Visualizar de esta manera me lleva a transcribir partes de una columna publicada por el presbítero Hesiquio Trevizo, el cual cita a Arendt que afirma que la verdad y la política es “un lugar común”, o sea que la relación que guardan estas entidades la conocen y hablan de ella la gente más sencilla lo mismo que los grandes teóricos de la política. “Nadie, jamás, ha dudado del hecho que verdad y política guarden una mala relación entre ellas y nadie, que yo sepa, ha contado la sinceridad entre las virtudes políticas. Las mentiras han sido siempre consideradas ‘necesarios y legítimos instrumentos’, no sólo del quehacer de la política o del demagogo, sino también del estadista”.
Agrega, “pero no es necesario ser gran escritor o politólogo para conocer de esta realidad; los simples datos son demoledores. México está orgullosamente entre el top ten de los países más corruptos. Una nota de El País nos dedica esta cabeza: “Venezuela, el país más corrupto; México, el decimotercero”. El índice de corrupción del F.E.M. se suma a la lista de indicadores que señalan el cáncer mexicano, ahora atizado por la violencia. De tal manera pues que, cuando hablamos de verdad y política, no estamos haciendo una teoría del conocimiento sino constatando un hecho duro y puro. Podrán los filósofos plantearse una serie de preguntas, casi inútiles. ¿Por qué es así? ¿Qué significa que, por un lado, esté la naturaleza y la dignidad del ámbito político y, por otro, la naturaleza y la dignidad de la verdad y de la sinceridad? Tal pareciera que estas dos entidades, en sí mismas, sean perfectas, pero cuando entran en relación, surge el conflicto. Por encima de la verdad y de la sinceridad está el pragmatismo, o todavía peor, la franca y vil corrupción. La verdad tiene la primacía absoluta; decía san Agustín: fiat véritas et péreat mundus, que brille la verdad y que perezca el mundo, es decir, que sin la verdad, el mundo perece. Aquello que salva al mundo es la verdad. La verdad ha de ser la gran pasión. Tampoco la mentira es teoría; decía san Agustín que “el que miente tiene la intención de engañar”; la corrupción, y todo lo que de ella se deriva, es la gran mentira. Y la mentira mata. No es de extrañar que Jesús llame al diablo “el padre de la mentira”, él es “mentiroso desde el principio”; mentiroso porque engaña”. Cualquier coincidencia con los políticos mexicanos es fantasía.
“La mentira, como la verdad, cristaliza en hechos.   Otro ejemplo luminoso de lo que sucede cuando la política degenera, se desvía de su objetivo, ‘garantizar la realidad de la existencia de los hombres que nacen y mueren’, y se convierte en el medio para satisfacer la propia soberbia, la avaricia, el odio, el rencor, el empecinamiento personal; en ansias locas de dinero o de poder, o de ambos, que juntas van. Y es que tenemos que saber que se llega a un punto en el que no se dicen mentiras, se es una mentira”.
Comenta sobre la advertencia del FMI. “El FMI teme una ola de populismo por la debilidad económica global”. Pero si a esta debilidad añadimos una mala administración en el sector económico oficial, las cosas pueden complicarse. Carstens lo ha admitido sin ambages ni sonrojos: México es un país endeudado. Y las deudas, como las rondas, no son buenas.
Hasta donde las escasas luces de mi entendimiento alcanzan, creo que hay una deuda interna y otra externa, y sin saber absolutamente nada de las ciencias de la economía, algo nos dicen los datos. La agencia Reforma publica lo siguiente: “Al cierre de agosto de este año, la deuda interna neta del Gobierno Federal sumó 5 billones 35 mil 532 millones de pesos. Esto significa un incremento de 221 mil 413 millones de pesos con relación a diciembre del año pasado, informó SHCP y esto se debe, entre otros factores, a que en ese mes el Gobierno Federal asumió el monto pendiente de las obligaciones de pensiones de PEMEX, por alrededor de 134 mil millones de pesos… Además, tendrá que asumir como deuda el apoyo estimado para la CFE que se estima en 160 mil millones de pesos”.
Al día siguiente, la misma fuente nos habla de la deuda externa bajo el título “El dólar y PEMEX duplican la deuda”. Y el asunto es “que la deuda externa del sector público se disparó 109% en pesos desde el inicio de la administración de EPN. Del cierre de noviembre de 2012 a agosto del 2016, el saldo en moneda nacional de las deudas contratadas en moneda extranjera subió de un billón 627 mil millones de pesos a 3 billones 401 mil millones…” ¡E’ pur si muove!
Respecto a esta creciente deuda, la respuesta de Carstens es más preocupante. ¿De dónde se va a obtener el dinero para pagar esa deuda? Y contestó mansamente: vía impuestos. Así que estemos preparados para ello.
Algo Más…
En Iguala, las autoridades quisieran que las tragedias quedaran en el olvido. Esta ciudad es como un hoyo negro donde la fuerza de gravedad es tan grande que no escapa nada, ni la luz. Así, desde el gobierno de Raúl Tovar hasta el día de la tragedia, con José Luis Abarca a la cabeza, la fuerza de la violencia impedía que la información de tantas personas levantadas y desaparecidas en la ciudad, sólo se comentaban en voz baja los levantones,  las extorsiones, el cobro de piso, los secuestros, donde era evidente la cohabitación de las policías con los miembros del crimen organizado, pero en realidad no se tenía idea de que todos los cerros guardaban cientos de tumbas y eso se quiere callar y sepultar en el olvido. Por ello, siempre con escarnio se grita con el ánimo de ofender y denigrar: “ahí vienen los ayotzinapos”, como si ellos hubiesen cometido todas las atrocidades. Por ello, es necesario que se mantenga viva la llama de los desaparecidos por la violencia.
Nada nuevo podemos esperar de nuestro próximo alcalde, que se ha servido del sistema, de él ha vivido y morirá viviendo del mismo. Es un afortunado entre muchos miles de hombres, pese a ser acusado del desvío de millones de pesos a través de más de 600 facturas apócrifas. Nada le preocupa, parte de ese dinero fue para apuntalar la primera aventura de Héctor Astudillo para gobernador, que es igualteco, nadie lo duda, que tenga la voluntad de trabajar con verdad y honestidad, ahí estará el detalle. Así que no esperemos muchos cambios. Herón era un asesor clave para Esteban Albarrán.
CCCXLIV.- Al irse, Esteban Albarrán todavía nos dice que Iguala gana un Senador. ¿Y eso qué? Ya tuvimos a Píndaro Urióstegui, Porfirio Camarena, Lázaro Mazón y nada bueno pasó en la ciudad, quizás porque el Senado aprueba los ingresos del presupuesto y no los egresos.
Se fue, dicen que rindió un informe ante un cabildo, torpe y arcaico, que sólo busca el dinero para cada uno de sus miembros. Quien sabe qué mentiras dirá el mismo, no lo sabremos, no logró terminar la remodelación del parque infantil, ni la cuarta o quinta? etapa del Acuaférico. En fin, se va un presidente gris y opaco.