De Frente
Por: Miguel Ángel Mata Mata
José Francisco Ruiz Massieu
La rechazó. ¿Un monumento para perpetuar su imagen? Ridículo. Esas
prácticas correspondían a los arrogantes cuya virtud única es su ignorancia. Él
ya tenía gigantesco monumento que demostraba su genialidad. Y no era una
estatua de Marfil.
En aquel tiempo la Flecha Roja nos traía de la Ciudad de México al
bello puerto. Ocho horas de serpenteante asfalto. La obligada parada en Iguala
para comer y estirar las piernas. Notar la llegada a la Costa al pasar por
Tierra Colorada. Abrir las ventanas para refrescar el viaje y saberse ya en el
puerto al escuchar la vendimia de las enchiladas de aire y las empanadas de
coco. Así se llegaba a Acapulco.
El Fondo Nacional de Turismo jamás ha querido al puerto de
Acapulco. Han financiado la construcción de hermosas ciudades como Cancún e
Ixtapa. También Los Cabos.
La millonada para ellos, nada para Acapulco.
Primero se fueron los meseros. Luego los gerentes. Las discotecas
de Acapulco, donde se estrenaban las canciones y melodías de los artistas
griegos, fueron perdiendo a sus diyeis.
Fundaron colonias de guerrerenses en Cancún y Cabos.
Los vuelos de Estados Unidos cancelaron sus corridas. También Los
europeos. El turismo extranjero siguió los pasos de los turisteros. Abandonaron
el puerto en la búsqueda de los nuevos hoteles y las blancas playas
artificiales.
En la década de los ochenta hubo fines de semana que ni una mosca
venía a la Ciudad. La tristeza de la solitaria costera se convirtió en angustia
en los bolsillos de los pocos trabajadores del turismo. Las bancas de los
sindicatos fueron insuficientes para los parados. No había turismo. No había
trabajo. No había riqueza. No había esperanza.
Los que viven en el año 2016 no comprenden la desesperanza del
Acapulco que estuvo a punto de morir. Hoy tenemos turistas de la Ciudad de
México cada semana. Camiones y automóviles traen al calorcito del puerto a los
visitantes.
¿Cómo fue eso?
Más allá de las falsas poses de los millonarios beneficiados por él.
Mucho más allá de quienes se dicen conocedores de su obra y no atinan a
descubrir que muchas de sus frases fueron autoría de Jesús Reyes Heroles. Más
allá está el genio de este singular personaje que cambió el destino trágico de
Acapulco por el de una bonanza que da empleo a miles.
Ese era el genio de un hombre de esos que no nacen todos los días. Esa
era la chispa de quien dijo no querer un monumento, pues la Autopista del Sol
es el mejor y mayor reconocimiento a nuestro José Francisco Ruiz Massieu.
Pero nos lo arrebataron, hace 22 años.